Cuando el infortunio, el caos y la inseguridad se adueñan de una sociedad surge espontáneamente la desesperanza, y esta desazón termina aferrándose en las entrañas de los ciudadanos, provocando una angustia que siempre termina por incitar a la lucha por la propia supervivencia. Es en esos momentos cuando se da todo por perdido. Es cuando uno se da cuenta de que la propia dignidad de las personas se halla al socaire de los acontecimientos que imperan en una sociedad donde nada es lo que parece; donde la justicia social y la legalidad vigentes tienen distintos parámetros dependiendo de a quién le afecte. Es entonces cuando los ciudadanos aspiran a ser liderados por héroes que les indiquen el camino a seguir en medio de este mundo sombrío, injusto y hostil.

Para ello, es necesario contar con alguien que, en primer lugar, cumpla con su palabra, o con el programa político con el que se presenta a las elecciones; que sea capaz de adquirir y mantener un determinado compromiso con sus votantes, y que sepa transmitir la sensación de que en su gestión política pondrá en el centro de sus preocupaciones e intereses al propio ciudadano. Que sabrá priorizar a la hora de administrar el dinero público, centrándose fundamentalmente en la gestión eficaz de la seguridad la educación y la salud de los administrados como principio esencial en la búsqueda del bienestar colectivo.

Un líder que en tiempos difíciles sea capaz de gestionar los principios que deben imperar en todo político que se dedica a servir a la sociedad, y que le conviene entender que los partidos políticos dependen de sus votantes, por lo que deben comprender sus necesidades y anhelos actuales y futuros, estableciendo para ello una unidad de propósito y una determinada coherencia en la defensa del bien común. Para ello deben llevar a cabo políticas activas que faciliten la creación de riqueza elaborando las leyes y las normas necesarias para que el dinero fluya, así como proporcionar a los empresarios y a los autónomos el marco legal y laboral más adecuado para la creación de puestos de trabajo. Todo menos dejarnos morir. Las actuales sociedades modernas tienen los recursos necesarios y la capacidad precisa para poder combatir esta crisis; pero para ello es necesario actuar y hacerlo con contundencia y sin complejos; por supuesto con honestidad y dejando a un lado la corrupción, el despilfarro y las políticas partidistas. En nuestro caso, es más que evidente que se necesita de alguien -da igual del partido que sea- que lleve a cabo una reforma estructural del Estado que pasa, necesariamente, por recobrar un discurso político nacional que restablezca los instrumentos necesarios que garanticen la cohesión social, jurídica y política de los españoles. Para ello es necesario reformar la administración pública, eliminando cualquier privilegio o diferencia fiscal que exista, bajar los impuestos y convertir al Estado en un ente mucho más eficaz y sostenible. Volver al mercado único. Centralizar la justicia, la educación y la sanidad como vía para conseguir, no sólo la igualdad de oportunidades independientemente de donde se resida, sino el derecho y la libertad individual.

Es tiempo de cambio. Ha llegado la hora de exigir a nuestros gobernantes que lideren una revolución acorde al hecho histórico en el que nos movemos, y que dicha revolución se hará con ellos o sin ellos. Es la hora de defender nuestra propia honorabilidad y dignidad; ya está bien de que nos mantengan y nos compren con ayudas y subvenciones; basta ya de caridad; queremos un trabajo que nos haga más libres y que nos ayude a sacar a nuestras familias adelante. Es hora de defender nuestros principios y los valores en los que creemos a cualquier precio. Ya está bien de dejarnos morir.

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