Al regreso de un par de días de ausencia (estuve en el "Bernabéu", invitado por un amigo, el día de la noche triste), me entero de una noticia de lo más agradable. Mi amigo Jesús Fernández, aquel gran campeón ciclista, hoy y desde hace muchos años constructor de éxito, será el encargado de derribar los dos adefesios de la Playa de Martiánez. Hablo con él y me lo confirma. Qué maravilla. Por fin van a caer los dos monumentos a la imbecilidad que afeaban la zona. Ahora el Puerto de la Cruz tendrá lo que tuvo casi siempre: una avenida de Martiánez hermosa, peatonal, diáfana, junto a la Barranquera y al Charco de la Soga. Allí se alzaba la caseta de mampostería de las hamacas de don Paco Gómez, que tenía un friso op-art. Yo creo que antes de que naciera el op-art como movimiento artístico, pues he visto una foto de 1936 de aquella construcción del friso de cuadritos blancos y negros y oficialmente este tipo de arte de las ilusiones ópticas vino después. En fin, no me he puesto demasiado en el empeño de buscarle los tiempos a aquella casita en mitad de la explanada, que no afeaba para nada la estética de la zona.

2.- Claro que enfrente existía la piscina de Martiánez, obra del Mando Económico, que vino a sustituir al "Thermal Palace", el balneario de la familia Wildpret. En la piscina de Martiánez pasé horas inolvidables cuando era niño y me bañaba cuando el agua no era verde (a veces se atascaba el motor con las algas del mar y no había forma de bombear el agua de la playa). La historia es caprichosa: más tarde, en el instituto del profesor Antonio González se descubrirían las aplicaciones nutritivas y terapéuticas de las algas marinas. Este planeta es una caja de sorpresas. Escribo todo esto con el estómago hecho polvo, otra vez, parece que de mis divertículos inflamados. Cada vez se me hace más cuesta arriba salir de la isla. Yo, que disfrutaba viajando por todo el mundo y me entristecía cuando llegaba. Se han invertido los términos, aunque si tuviera veinte años menos no viviría aquí, no por la isla sino por algunos de sus habitantes.

3.- Y, como me pasa siempre, cada vez que rompo el ritmo de lectura y de escritura se me hace cuesta arriba agarrar el libro o sentarme frente al ordenador, a cumplir la obligación del puto folio. Gracias a la alegría del derribo inmediato de los dos adefesios he sido capaz de celebrarlo por escrito como se merece. Jesús tiene previsto colocar un cartel, durante el derribo de la obra, cuyo contenido no revelaré hasta que él lo haga. Si la zona le queda igual de bonita que la calle de Mequinez, bendito sean Dios y la pala de Jesús Fernández, que tanto y bueno ha hecho por el Puerto de la Cruz.