El Festival Internacional de Arte en la Calle del Puerto de la Cruz se ha revelado y consolidado, pese a las vicisitudes de las coyunturas políticas y económicas, como una atracción que trasciende la dimensión misma del espectáculo y se articula como un vehículo de dinamización de la vida cultural y social cada primavera, salvo el paréntesis de años atrás atribuidos a la falta de recursos públicos. La organización y desarrollo de esta edición pone de relieve que cuando la sociedad civil se implica a fondo y sin paliativos en proteger y sostener actividades como las que nos ocupan demuestra que puede haber vida más allá de las subvenciones o dependencia de los patrocinadores públicos. El Puerto de la Cruz, una vez conocido el alcance, repercusión y calado de esta manifestación del arte y cultura en la calle en sus primeras ediciones, no podía verse privado de esta cita anual, dado que una de las herramientas de todo destino turístico que se precie debe apoyarse en una oferta de ocio abundante y de calidad. Me refiero al ocio creativo que conlleva acontecimientos lúdicos y artísticos como Mueca, capaz de despertar la atracción e interés de todos los públicos y contribuir a revitalizar a este destino turístico donde han decaído, por cierto, el ánimo y el divertimento de otrora. Una agenda de 88 actividades completada en prácticamente tres días denota la determinación de los protagonistas de esta muestra artística de demostrar que el arte en la calle puede ser rentable, no sólo desde el punto de vista económico para el tejido empresarial circundante, sino para la proyección misma del Puerto de la Cruz.

No estaría mal que se fuera pensando en iniciativas del calado de Mueca o acontecimientos de masas tuvieran su hueco, al menos, con el advenimiento de cada estación, independientemente del calendario festivo ordinario de la ciudad, sin que para ello sea necesario contorsionarse el rostro o el bolsillo.