Hacía años, lo confieso, que no acudía a la exposición de flores y plantas que con carácter anual se celebra en el remodelado, a mi juicio para peor, parque García Sanabria. El polvo recogido en los zapatos a mi paso por el viejo sendero de las cañas de bambú, hoy de tierra batida recubierta con ídem de albero, me hizo recordar el nombre de los responsables políticos y técnicos de semejante ocurrencia. Pero mucho más me acordé de sus apellidos cuando volví a constatar la ausencia del grifo de agua potable cercano a la charca de los desaparecidos cisnes negros, y el efecto que sobre la piel producen los rayos de sol en los paseos centrales afectados por una poda salvaje. Y prueba de ello es que en los escasos lugares donde se disfrutaba de sombra se apiñaban como podían familias enteras. La prueba de esta preferencia está en el hecho de haber situado las escasas casetas de la exposición floral bajo la umbría de los árboles supervivientes del "arboricidio". Concretamente en el tramo central que va desde el monumento a Sanabria hasta la esquina de la calle de Los Campos (hoy José Naveiras), en la confluencia con la rambla de las Tinajas, pues de otro modo las flores no hubieran resistido más de cuarenta y ocho horas de insolación. Y hablando de tinajas, pude observar la disminución del número de cruces florales y la pobreza colorista de alguna de ellas. Capítulo aparte merecen las infantiles o las compuestas con materiales reciclados, donde pude ver hasta una de ellas confeccionada con chancletas de goma. ¡ombre!, nunca me he considerado un ratón de iglesia, pero yo diría que se debería guardar un respetito al símbolo más reconocido de la cristiandad, y que la recurrente crisis no sea un pretexto para erigir semejante alarde de mal gusto. En resumen, una exposición floral en franco declive, pocos márgenes de descuento en la venta de libros y precios algo excesivos para los productos artesanales pero, sobre todo, mucha desatención en el cuidado y limpieza de los jardines, salvo en la fachada que linda con Méndez Núñez, probablemente porque es el trayecto cotidiano de los responsables municipales cuando acuden en coche oficial a participar, y cobrar por su asistencia, en los rifirrafes habituales de la Casa de los Dragos.

Ya en la zona portuaria y tras el titubeo inicial de los organismos por responsabilizarse del mantenimiento, pude circular por el medio kilómetro de túnel inaugurado bajo la plaza de España. Un tramo necesario para la expansión, aunque aún tenga serias dudas, del proyecto de erzog y De Meurón y del que sólo está construido un lago algo desproporcionado de tamaño y carente de funcionalidad práctica. Comparada la obra, que tanto tiempo ha costado materializar, me viene a la mente la generosidad que tuvo el Gobierno canario en anteriores legislaturas para dar prioridad al proyecto modélico de circunvalación de la ciudad de Las Palmas. Una iniciativa que, sin embargo, no ha tenido la necesaria respuesta política para esta capital de la provincia occidental.

Dejando el tema capitalino y volviendo al litoral lagunero, constato que estuve presente en la reunión vecinal promovida por dos ediles de la oposición del Consistorio, y aunque no llegué al principio sí pude apreciar, entre un listado de carencias urbanas y de servicios públicos, el desconcierto existente entre los habitantes de Bajamar y la Punta, que reclaman la modificación y especificación del bando de prohibición y limitación horaria de los baños en las piscinas públicas, sólo rectificado de forma verbal por el concejal Javier Abreu, que ha dicho lo obvio: "que podrán bañarse fuera de este horario bajo su cuenta y riesgo". Algo que hasta ahora no ha corroborado por escrito. En cuanto al desescombro de la pequeña playa, por la invasión de cascotes del destruido dique de protección, su reparación y la puesta de nuevo en servicio de la piscina infantil, mejor no hablar. Intuyo que los parches comenzarán, si comienzan, en plena temporada estival para entorpecer la afluencia de bañistas.