España es un país en el que se debate mucho. Tenemos un Congreso formado por 350 diputados y un Senado en el que se sientan 265 señorías. Como esos 615 parlamentarios no son suficientes, los auxilian 1.265 diputados autonómicos cuya principal función consiste, lo recuerda Manuel Molares en sus Crónicas bárbaras, en volver a legislar por duplicado o triplicado lo que ya está debatido en las dos cámaras de las Cortes. O también a establecer diecisiete normas distintas que han de cumplir, por ejemplo, los ascensores. Distintas pero esencialmente coincidentes, porque en muchas facetas relacionadas con nuestro deambular cotidiano hay pocas diferencias -existe muy poco margen para que pueda haberlas- en la normativa de cualquiera de los veintisiete países de la Unión uropea. Pese a todo, seguimos debatiendo. No solo en los parlamentos sino en radios, televisiones y hasta en el bareto de la esquina a la hora del desayuno. Siempre hemos andado sobrados de batallas dialécticas. Durante la Segunda República, tan añorada por tantos, los diputados se enzarzaban en interminables discusiones políticas mientras que a solo dos kilómetros de la puerta del Congreso la gente se moría de hambre en los extrarradios de Madrid.

Nos sobran trifulcas y nos faltan acciones decididas para intentar resolver nuestros problemas. No obstante, existen excepciones. Por ejemplo, el debate que comenzará esta tarde a las seis en el Círculo de Amistad XII de enero de Santa Cruz de Tenerife, organizado por el "Foro Agustín de Betancourt". l tema resulta a la vez sugerente y conflictivo: "l petróleo-gas en aguas próximas a Canarias". Intervendrán cuatro ponentes de lujo: Antonio Alfonso Rodríguez, geólogo experto en prospecciones y explotaciones petrolíferas; Roque Calero Pérez, catedrático de la Universidad de Las Palmas y experto en energías renovables; Santiago Hernández León, también catedrático de la Universidad de Las Palmas y especialista en temas marinos y ambientales; y Manuel Medina Ortega, catedrático en Derecho Internacional de las universidades de La Laguna y Complutense de Madrid, además de experto en relaciones internacionales. Todos ellos moderados por el presidente del citado Foro, Pedro Anatael Meneses Roqué; alguien de quien no puedo hablar objetivamente porque nos une una amistad tan grande como nuestras discrepancias en algunos temas, amén de que fue uno de mis más apreciados profesores en la scuela Superior de Náutica, Máquinas y Radioelectrónica Naval. Cuánto añoro las aulas -y a los docentes- de ese centro.

Desafortunadamente, no podré asistir esta tarde a este debate porque un compromiso previo me obliga a estar fuera de Tenerife. Cabe suponer que los participantes expondrán ideas encontradas o coincidentes, eso ya se verá, pero en cualquier caso surgirán opiniones con conocimiento de causa y sin intereses políticos. Para batallas políticas nos sobra con esos casi dos mil parlamentarios, entre nacionales y autonómicos, y para las doctas opiniones de los enterados las tertulias de los medios y las clases magistrales en las cafeterías a la hora del desayuno.

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