El sábado estuve en Tíncer. El presidente de la Comisión de Fiestas, Jesús, me había invitado al baile de magos reiteradamente, pero nunca había podido ir. Esta vez, me puse el traje de mago de Santa Cruz y, acompañado de una guapísima maga de El Toscal, mi mujer, me planté en Tíncer.

Lo primero que me sorprendió fue la perfecta organización. El recinto estaba herméticamente cerrado, con vallas forradas con tela, y una persona en la puerta vigilaba que los participantes en el baile vistieran nuestros tradicionales trajes típicos. Otra agradable sorpresa fue la enorme cantidad de comida que los magos y magas desparramaron en las cientos de mesas que llenaban la plaza. El barrio se volcó con la Comisión de Fiestas.

Y, por último, lo que tampoco me esperaba era la excelente actuación de los tres grupos folclóricos que amenizaron el baile en el escenario, decorado para la ocasión con motivos canarios, y en la plaza, bailando con la gente. Así que el compromiso que adquirí a la fuerza, por la insistencia de Jesús, Elena, Teresa, Mónica, Fernando y Pablo, de la Comisión de Fiestas, de ir al baile de magos de Tíncer, resultó ser una verdadera gozada, con comida típica, vino del país, música canaria y agradable compañía. Un baile divertido y en familia.

Tan en familia que mi mujer, Ana, que fue por acompañarme, y el marido de la presidenta del CCN chicharrero, Hortensia, y gran cocinero, José, no demasiado proclive a acompañarla a estos actos, fueron literalmente secuestrados como jurados del concurso de platos típicos. Un sabroso certamen que ganó merecidamente el extraordinario atún en mojo de doña Claudina, la de Tíncer, no la de CC, seguido muy de cerca de un jugoso conejo en salmorejo, preparado por doña Águeda, también de Tíncer, no la del PP, y en tercer lugar, quedó un cremoso almogrote gomero, made in Tíncer, por doña Gonzala. En el apartado de postres canarios, ganó una tarta de plátano para chuparse los dedos de doña Abigail, seguida de un excepcional frangollo, de doña Maruca, y de un dulcísimo polvito canario, que presentó doña Alba.

Al final de la velada, cuando ya me iba, me avisaron por megafonía de que subiera al escenario para entregar un premio. Subí, inocente de mí, y me encontré con una situación rocambolesca pero simpática. Los premios del sorteo eran dos preciosos trajes típicos, que había donado Paco, el de Marilyn. Hasta aquí todo aparentemente normal, pero el problema era que los trajes los lucían dos formidables maniquíes, en altura y peso.

Cuando el presentador, Javier, anunció el primer premio, alguien desde abajo del escenario me alcanzó el maniquí con el traje de mago, que tuve que abrazar con fuerza para que no se cayera ante las risas del resto de los magos y magas de carne y hueso. El segundo premio, fue igualmente, otro maniquí, esta vez, con un traje de maga amarillo chillón, aunque ya había mejorado la técnica del agarre y pude sujetarlo más dignamente, mientras el supuestamente mudo maniquí, por momentos, parecía que me miraba y se reía. Menos mal que no habían fotógrafos, ¿o sí?

*Abogado, economista, MBA, diputado en el Parlamento de Canarias, presidente federal del CCN y candidato a la Alcaldía de Santa Cruz de Tenerife en 2015

@ignaciogonsan