Nunca he coincidido con su ideología pero cada vez me identifico más con sus reflexiones quizá porque ahora, retirado de la primera línea de la política, puede decir lo que piensa sin pensar lo que dice. Acierta Felipe González cuando señala, refiriéndose al escándalo de los EREs en Andalucía, la dificultad para un gobernante de controlar cuanto ocurre en los niveles de una administración pública que están por debajo de él. "Es muy difícil", afirma el expresidente del Gobierno central. "o digo yo que no haya responsabilidad. Pero, Chaves y Griñán son absolutamente honrados. Además, si usted está convencido de que ese señor roba, si cree que se ha llevado dinero, no lo vote".

Estoy de acuerdo. o sé si Chaves y Griñán son culpables de algo pero estoy obligado a presuponerles absoluta inocencia mientras una sentencia firme no determine lo contrario. Por Felipe González sí pondría la mano en el fuego respecto a cualquier atisbo de corrupción. Tanto él, como otros muchos socialistas, han sido políticos esencialmente honrados. La desgracia es que todos ellos han tenido que sustentarse en una masa genérica de votantes, seguidores y hasta afiliados en la que cabe de todo. Y todo, en un país no solo de pícaros sino de golfos redomados, significa que no nos podemos rasgar las vestiduras porque un Roldán se mamase en su día hasta los 60 millones de pesetas destinados al Colegio de Huérfanos de la Guardia Civil, o que un sindicalista andaluz se haya metido en el bolsillo trece millones de euros como quien mete en el bote del bareto la propina del cliente que acaba de tomarse un café. O como un Bárcenas capaz de emular a Cristo en la multiplicación de los panes, con la salvedad de que, en sus manos, los euros crecen de forma aún más milagrosa. De nuevo acierta González cuando comenta, refiriéndose al extesorero del PP, que si se rechaza un chantaje se paga el precio, pero si se acepta se paga cien veces.

o sé si merece la pena celebrar este Primero de Mayo, tradicional fiesta del trabajo, con el guarismo de desempleados que conocemos desde el pasado jueves. Recuerdo que hace un año, cuando no había tantos parados, escribí lo mismo. Lo peor es que, si la tendencia no cambia -y de momento nada indica que vaya a cambiar-, el próximo año estaremos más cerca de los siete millones que de los seis. o se me escapa que escribir esto es como predicar en el desierto pero, más allá de las pancartas, los megáfonos y las banderas republicanas que hoy inundarán las capitales españolas, sería bueno reflexionar no ya sobre dónde estamos, porque eso lo sabemos todos, sino sobre las causas de que hayamos llegado a esto y también, y eso es lo más importante, sobre lo que podemos hacer para emerger del abismo. Limitarnos en este día a echarle la culpa al PP, al PSOE o a quien sea por los muchos casos de corrupción sería inútil no solo por inservible sino porque, en el fondo los partidos políticos son el reflejo de nuestra sociedad. Quiero decir que los partidos no cambiarán hasta que, como de nuevo apunta acertadamente Felipe González, dejemos de votar por ellos.

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