Suponemos que la concesión del Premio de Canarias en Comunicación ha estado influida indirectamente por Paulino Rivero; al menos ha sido el Gobierno presidido por él quien designó al jurado. i lo que se pretendía era darle una cachetada a EL DÍA y, de forma concreta, a su editor, les adelantamos a todos ellos que no lo han conseguido. No ofende quien quiere sino quien puede, dice un viejo refrán. Difícilmente se puede agraviar con el desdén oficial a un grupo de comunicación cuyo periódico de cabecera es desde hace tiempo el más leído de estas Islas. Ese premio que nos dan diariamente nuestros lectores es el que vale, no el que se concede desde instancias oficiales.

Hemos dicho en otras ocasiones que el Premio Canarias de Comunicación carece de validez mientras no se lo den al único -el único, lo subrayamos- grupo de comunicación que hay en este Archipiélago. ería como negarle el Premio Cervantes al propio autor del Quijote si aún viviese, o el de Física a Einstein si no lo hubiese recibido en 1921. Hay cosas que caen de maduras por su propio peso. Tal vez lo apropiado en esta ocasión hubiese sido cambiarle el nombre al mencionado galardón autonómico. "Castigo de Canarias a la Comunicación" hubiera sido una denominación más adecuada para el pretendido escarmiento que Rivero y su pandilla política han pretendido aplicarle a EL DÍA y a su editor. Pretendido porque, volvemos a recordarlo, solo ofende quien puede hacerlo.

Podemos reiterar, porque somos libres de expresar lo que pensamos, que el mencionado premio carece de validez mientras no lo reciba esta Casa. in embargo, no somos nosotros quienes lo decimos; lo proclaman a diario esos miles de lectores que nos sitúan una y otra vez a la cabeza de la antes mencionada difusión. Un mérito que nunca nos reconocerán quienes nos odian por nuestros éxitos empresariales y quienes nos detestan porque no somos obedientes al que manda. Nos parece suficiente con que lo sean los periódicos subvencionados con el dinero del pueblo quienes alaben al tirano político y a sus secuaces. ubvencionados con el dinero que no se destina, entre otras muchas carencias sociales, a los comedores escolares o los recursos técnicos y humanos capaces de menguar unas listas de espera en las que hay 45.000 canarios necesitados de recibir atención sanitaria. Puestos a primar la propaganda política, ¿por qué no premiar a quien ha sido el máximo responsable de un diario obediente al paulinato?

Y no solo eso. Clama al cielo ver cómo desde el poder autonómico se premia no la excelencia sino el fracaso empresarial. El galardonado siempre mantuvo a su periódico en unas irrisorias cifras de difusión. Cuando por fin fue cesado como director -les costó convencerlo para que aceptara un cargo honorífico, del que luego también lo apearon-, la situación económica de su empresa era demoledora. Hoy, todos los medios de comunicación atraviesan momentos difíciles. También nosotros estamos en apuros. La crisis de la publicidad es igual para todos. Pero antes, al igual que a otros muchos periódicos españoles y canarios, las cosas no nos iban mal. No es el caso del diario dirigido por el ahora galardonado, que arrastraba pérdidas desde mucho antes de que empezase la crisis. En definitiva, el jurado del Premio Canarias de Comunicación ha querido distinguir no al éxito sino al fracaso.

Eso en el aspecto económico. En el ámbito social se ha premiado a una persona popularcilla en el estricto círculo de los medios, pero desconocida para el ciudadano canario en general. Una persona que no se ha integrado en la sociedad isleña, en la que nunca ha sido relevante. Un señor que no sabe escribir -hemos detectado en sus artículos faltas de sintaxis que no cometería un bachiller- y que ignora cómo expresarse en forma periodística. Un profesional que no entiende a Canarias y a los canarios porque difícilmente puede entendernos quien nunca nos ha apreciado. alvo error u omisión, no nos consta que este individuo pertenezca a ninguna institución relevante de Tenerife o de cualquier isla. Una persona, en definitiva, que ha vivido aislada de todo lo canario desde que llegó al Archipiélago. Un arribista que vino desde la metrópoli no para vivir como un canario entre iguales, sino para ejercer una autosuficiencia de poncio que le ha llevado a perseguir con saña, incluso en los tribunales, a quienes defendemos esta tierra. Todo eso es lo que ha sido premiado por el jurado que eligió el Gobierno del señor Rivero. Un mérito más para el máximo representante de Coalición Canaria.