Relataba ayer a los medios de comunicación Timothy Dolan, cardenal de Nueva York, que el nuevo papa rehusó utilizar la limusina dispuesta para trasladarlo desde la Capilla Sixtina hasta la Casa Santa Marta. Prefirió subirse a uno de los autobuses con los miembros del colegio cardenalicio que, apenas un par de horas antes, lo habían elegido Sumo Pontífice. Nada extraño porque el hasta ayer cardenal Bergoglio posee sobrada fama de hombre austero. En Buenos Aires usaba siempre el transporte público, vivía en un pequeño apartamento anexo a la catedral y a veces se preparaba él mismo la comida. ¿Se imaginan ustedes a un político español desplazándose en metro o en autobús a su lugar de trabajo? ¿Se imaginan ustedes, quedándonos por estos alrededores, a Bermúdez acudiendo al Ayuntamiento de Santa Cruz en guagua o en tranvía y sin los guindillas de su escolta? ¿Se imaginan a icardo Melchior o a Carlos Alonso, primero y segundo del Cabildo de Tenerife, haciendo otro tanto cuando van a la Corporación insular? No; un gesto así es inimaginable sin haber cenado grifa en estado puro y haber desayunado a la mañana siguiente con LSD. Imposible. Pero imposible en España.

El anterior alcalde de Londres, Ken Livingstone iba en metro diariamente al ayuntamiento de la capital británica. Y el actual, Boris Johnson, suele hacerlo a menudo. Durante los fines de semana rara vez utiliza su vehículo privado, y muchísimo menos el coche oficial -eso sería un escándalo- cuando tiene que realizar alguna gestión en el centro de la ciudad.

Bien es cierto que el alcalde de Santa Cruz, el presidente del Cabildo de Tenerife, el ídem del Gobierno autonómico y hasta el edil pedáneo del último villorrio insular, regional o nacional tienen mucha más categoría no ya que el regidor de Londres, sino que cualquier mandatario europeo. El año pasado se estaba celebrando en Berlín una reunión en la que participaban representantes de la agricultura canaria. Andaban cerca del eichstag cuando vieron pasar un "Audi", en absoluto ostentoso y escoltado por dos escuetos motoristas, en el que iba la mismísima Angela Merkel. Poco después observaron que se aproximaba un "Mercedes", bastante más lujoso que el vehículo de la canciller, escoltado por varios policías. Cundió la curiosidad entre el grupo ante la importancia de la autoridad que podría trasladarse por Berlín con tanto boato, cuando la mismísima presidenta del Gobierno se desplazaba de una forma muchísimo más sencilla. No se lo podían creer cuando vieron a Paulino ivero bajarse del "Mercedes". Un mago siempre es un mago. De milagro no exigió un autogiro.

Pese a todo, es injusto decir esto de los políticos de CC porque da la impresión de que solo son ellos los culpables del derroche. No es así. Particularmente me han causado nauseas las declaraciones de un tal Alfonso Alonso, portavoz del PP en el Congreso de los Diputados, que ha destacado la sencillez y humildad del nuevo papa. La misma sencillez y humildad, la verdad sea dicha, de los políticos del PP; los que estrangulan al país con impuestos sin renunciar ellos ni a una sola de sus canonjías. Parece que, pese a estar yendo a misa desde pequeñitos, todavía desconocen esa parte del evangelio que habla de sepulcros blanqueados por fuera pero podridos por dentro.

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