Durante más de 30 años de mi vida me he dedicado a la protección de los animales. He recorrido las islas, una y otra vez, tratando de hacer todo lo posible para alejar de su vida el dolor y la miseria que históricamente los han perseguido. He trabajado, además, con asociaciones extranjeras, sobre todo inglesas, y desde hace muchos años empecé a visitar zoos de casi toda Europa.

He visto, por tanto, desde aquellos horribles centros con jaulas herrumbrosas y animales encadenados, hasta los actuales, ya mejorados, que cumplen las nuevas leyes y donde los animales viven y son cuidados de un modo más humano.

Digo esto no porque quiera vanagloriarme de nada, sino porque después de tantos años y tantas experiencias creo que estoy en condiciones de decir que, a pesar de que he estado siempre, como muchos otros protectores de animales, en contra de los zoos, he descubierto que existen también zoológicos que son verdaderos santuarios donde, si bien los animales no viven libres, en plena naturaleza, sí lo hacen en un medio que se parece mucho al ámbito que les es propio, pero sin los peligros a que se enfrentan en su hábitat original.

Puede citarse como ejemplo de estos últimos a Loro Parque, que en estos días cumple cuarenta años de existencia estando siempre a la vanguardia de lo que debe ser un zoo moderno: tener el bienestar de los animales como principal objetivo; promover la investigación científica; trabajar para la conservación de los animales salvajes y ser una herramienta de educación y sensibilización, que, ahora es algo que recoge la ley, Loro Parque lo puso en práctica mucho antes de que fuera obligado por la Ley de Zoos de 2003 o por la directiva europea de zoos de 1999 y se ha esforzado siempre para mantener a los animales en el mejor estado posible, renovando y modernizando, invirtiendo para que tanto su clínica como el resto de las instalaciones tengan la última tecnología y el mejor servicio veterinario.

Desde 1994, a través de la fundación, ha invertido más de 12.000.000 de dólares en proyectos de conservación en todo el mundo, consiguiendo rebajar la categoría de amenaza para dos especies de loros. Colabora, además, con decenas de universidades de todo el mundo para que los investigadores puedan desarrollar trabajos científicos que redunden en beneficio de distintas especies y su conservación en estado salvaje.

A mí, personalmente, una de las cosas que más me conmueven es su compromiso, más allá de lo que se exige a los zoos, de atender las necesidades de animales accidentados que necesitan ayuda y, cuando es posible, después de ser curados y recuperados físicamente, ser puestos en libertad en su hábitat.

Por todo ello quiero agradecer a Loro Parque su magnífica labor y felicitar a sus responsables por tan encomiable dedicación.

Ana María García Sanjuán

(Presidenta de la Asociación para la Defensa de los Animales ANDA CANARIAS)

Persecución del castellano

El otro día afirmaba el señor Durán Lleida, con un descaro rayano en la mentira, que la nueva ley de enseñanza era el ataque mayor que ha recibido la lengua catalana desde los tiempos de Franco. Y todo esto viene a cuento porque la nueva ley, y ya era hora, renueva a los padres que lo soliciten, el derecho de que sus hijos, en la enseñanza pública catalana, sean escolarizados en castellano, equiparando en este sentido ambas lenguas. Doctrina que ha sido ratificada por el Tribunal Supremo y por el Constitucional, y que los separatistas catalanes se la pasan por el arco del triunfo, como sucede con toda ley o sentencia que no es de su agrado.

El Sr. Durán recuerda con frecuencia a Franco, y es que para que no se olviden sus formas, él y los suyos han tomado su relevo, en lo que toca a perseguir lenguas, pero al revés, ahora son ellos los que

persiguen a sangre y fuego a los que no hablan catalán, eliminando de toda clase de enseñanza la bellísima lengua de Cervantes.

Sr. Durán, las lenguas no son sujetos de derecho, los sujetos de

derecho son las personas, y las personas que viven en Cataluña tienen el derecho a usar y expresarse en las dos lenguas o en la que quiera cada uno. La enseñanza en castellano es un derecho de los padres y alumnos, y Vds. no son nadie para quitárselo.

Juan Rosales Jurado