LAS DECLARACIONES realizadas por Cristina Tavío sobre Antonio Cubillo han hecho rebosar el vaso de la paciencia en el PP tinerfeño. Hasta ahora se habían limitado a una llamada de atención interna ante hechos que el actual presidente insular, Manuel Domínguez, y sus más cercanos colaboradores consideran, cuando menos, claras meteduras de pata de la concejal santacrucera y diputada regional por esta formación política. Especialmente molesta fue la vinculación de Cristina Tavío con el concejal de Candelaria que, el día en que fueron demolidas las últimas viviendas de Cho Vito, pidió desaforadamente la dimisión de la delegada del Gobierno en Canarias, del subdelegado, del presidente del Cabildo de Tenerife y hasta de Paulino Rivero. Los exigidos ceses de Ricardo Melchior y del presidente del Ejecutivo autonómico no disgustaron mucho en las altas esferas del PP canario, las cosas como son, pero el ataque contra Hernández Bento y Díaz Guerra fue harina de otro costal. En cualquier caso, esa vez la sangre no llegó al río; al menos no hubo ríos de tinta en la prensa regional.

No menos molestos andaban en la dirección del partido por las visitas que hace Cristina Tavío a localidades tinerfeñas. No por las visitas en sí mismas, sino porque luego su jefe de prensa remite notas a los medios según las cuales la señora Tavío estuvo en tal o cual lugar "acompañada" por Manuel Domínguez y por el diputado nacional Pablo Matos. Consideran en el PP que más bien es al revés, aunque por esto tampoco han puesto el grito en el cielo públicamente.

En cambio, lo manifestado por Cristina Tavío tras la muerte de Antonio Cubillo sacó por completo de sus casillas a quienes hasta ahora habían callado de cara a la galería para no exteriorizar los conflictos caseros. "Es verdad que a él y a mi nos han separado diferencias ideológicas -manifestó Cristina Tavío refiriéndose a Cubillo-, pero esas diferencias no me impiden reconocer que ha tenido un papel muy importante en la historia de Canarias. Aunque fue un independentista convencido, después de estar en el exilio regresó a Canarias y se adaptó perfectamente al Estado de Derecho y al Estado de las Autonomías. Sabía respetar a todo el mundo, a la vez que defendía sus ideas y todos lo respetábamos porque sabía debatir y exponer sus opiniones". Miguel Cabrera Pérez-Camacho montó en cólera, llamó a Asier Antona, secretario regional del partido, y ambos concluyeron que esta vez "la Niña" se había pasado. "Son unas declaraciones personales que no representan en nada el sentir del Partido Popular, ni a ninguno de sus diputados, que nos sentimos indignados con ellas", manifestó Pérez-Camacho.

En el fondo todo esto quedaría en una anécdota más del diario acontecer político. La situación de uno solo de los 378.000 parados que hay en Canarias no va a cambiar por el hecho de que Tavío elogie a Cubillo y acto seguido la desautoricen desde sus propias filas. Pero no estamos ante una simple anécdota, sino nada más ni nada menos que ante la causa primera y última de que el PP tinerfeño esté donde está -es decir, sin gobernar en ninguna institución significativa- frente a la pujanza que ostentan los populares en Las Palmas. Pero eso lo tendré que contar en otro folio, porque el de hoy no da para más.

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