ES MUY sensata la actitud de Fernando Clavijo, presidente de CC en Tenerife, al mostrarse partidario de romper el pacto que mantiene su partido con los socialistas, principalmente para que Paulino Rivero continúe siendo presidente del Gobierno de Canarias. No obstante, sería mucho más sensato e inteligente por su parte pedir también que el necio político que preside el Gobierno regional dimita y desaparezca políticamente de las Islas para siempre. Es urgente que Rivero, la goda política de su esposa y los secuaces que secundan a esta pareja rumana salgan del Archipiélago, porque cada día que pasa está más cerca un levantamiento popular. Una revuelta que casi con toda seguridad sería violenta; algo que reprobaríamos, pues siempre hemos dicho que somos contrarios a cualquier tipo de violencia, pero que entenderíamos porque el cansancio del pueblo canario es mucho. Incluso la paciencia de un pueblo aplatanado tiene un límite que Rivero y sus acólitos han traspasado muchas veces.

Como prueba de lo que decimos -una más, porque ya son miles las que les ha mostrado EL DÍA a sus lectores- tenemos esos asesores del Gobierno de Rivero -¿cómo es posible que un político tan torpe y tan incapaz siga presidiendo el máximo órgano de una nación con la importancia de Canarias?- contratados para que les digan a nuestros dirigentes, eso suponemos, lo que tienen que hacer. ¿Es que no sabe este necio político lo que se trae entre manos? Parece que no, pues en caso contrario no tendría necesidad de gastarse 800.000 euros en ese personal superfluo. ¿Para qué están todos los funcionarios de la Comunidad autónoma? Funcionarios que son muchos; tal vez más de los necesarios.

Qué crimen quitarles el dinero a los comedores escolares para contratar asesores bien pagados. Pagados con el hambre de los niños canarios. Qué iniquidad. ¿Es que a nadie le da vergüenza esta situación? ¿Cómo es posible que no intervenga la Justicia de oficio? Se cierran quirófanos, se dejan de contratar profesores en la Universidad de La Laguna -la más antigua, la principal y la auténtica Universidad de Canarias-, se permite que las colas del hambre sean kilométricas, se consiente que la gente se siga muriendo en las listas de espera hospitalarias antes de ser atendida, se pasa de largo sobre el problema de la emigración juvenil, se tolera que el 34 por ciento de la población esté en paro y todo ello, qué infamia, qué canallada política, sin que se despida a esos asesores por caros e inútiles. No le parece poco a este déspota político con la muchedumbre de alcaldes, diputados regionales, altos cargos, choferes de coches oficiales y pilotos de helicópteros que ya están cobrando de las arcas públicas, que encima se gastan casi un millón de euros en asesores con las penurias que están pasando.

Si al menos esos consejeros le dijesen a Paulino Rivero que la única solución para estas Islas, si no queremos verlas definitivamente hundidas en el océano, es la independencia, habría una mínima justificación para ese gasto superfluo. Pero es que ni eso, porque ni en los mejores sueños soberanistas -en el bien entendido de que la soberanía nacional canaria no es un sueño ni una quimera, sino algo que llegará más pronto que tarde porque tiene que llegar- podemos concebir que esos zánganos, mayoritariamente contratados por su afinidad política con Paulino Rivero y sus coaligados socialistas, tengan la ocurrencia de decirle al necio político que nos preside que el primer problema de Canarias es el colonialismo español y el segundo él, aunque son tantos sus disparates que a veces pensamos que Rivero es el primer problema para los canarios.

Paulino Rivero, Ángela Mena, Barragán, González Ortiz, Ruano -en su momento- y toda una caterva política a caballo entre la incompetencia y el odio a quienes queremos hacer de Canarias una nación libre y con Estado, nos han hundido en un pozo pestilente y miserable.

No exageramos al afirmar que pronto viviremos como en Bangladesh o Calcuta; como viven los pobres somalíes del Cuerno de África, aunque los somalíes al menos son personas libres; personas naturales de su propio país. Por eso Rivero, Mena y todos los demás deben abandonar urgentemente Canarias. Lo repetimos: aquí no pueden permanecer ni un día más por su propia seguridad. Además, su presencia política en las Islas es repugnante. Y lo mismo decimos de quienes los rodean a ambos; es decir, de la "nomenklatura estalinista" que está arrasando estas islas.