NI SIQUIERA en Wikipedia dan cuenta de lo que significa la palabra "taro" para los canarios, y seguiríamos sin saberlo si el cineasta tinerfeño Miguel G. Morales no hubiera parido su cortometraje sobre César Manrique. Se trata del nombre que le dan los pastores de Lanzarote a los refugios que se construyen a base de piedras -de qué si no- para guarecerse del mal tiempo, pero a nosotros esta denominación nos llama más la atención pues ese es el nombre que le puso César Manrique a la casa que se construyó en su isla.

Insisto tanto en su nombre porque sería deseable que todos lo recordásemos para que, cuando se nos presente la ocasión, veamos el cortometraje mencionado, ya que así se titula también el último trabajo de Morales. Un trabajo que, en mi opinión, supera ampliamente -quizá por disponer de más medios- a todos los que ha realizado a lo largo de los últimos años. Atrás quedan los de Domingo Pérez Minik, Pepe Dámaso, Maud, monsieur Domínguez, Cristino de Vera, Mª Rosa Alonso, José Saramago, Ignacio Aldecoa, etc., algunos de los cuales no conozco, pero estoy seguro de que ninguno alcanza la calidad del que comento en esta ocasión; y es que con la práctica del oficio se adquiere la madurez suficiente para alcanzar los objetivos que uno se propone en la vida, algo que Morales, aún muy joven, ha logrado.

Y es que sin poner en tela de juicio la universalidad de quienes han protagonizado hasta ahora sus películas, la de César Manrique -César para los canarios- es sin duda mayor. César fue conocido -y continúa siéndolo- en todo el mundo no solo como pintor vanguardista sino como defensor del medio ambiente; esto cuando en ningún país se hablaba de la protección que nuestro planeta merece, ni se mencionaba la capa de ozono, ni se sabía qué c... era el efecto invernadero. César era, fue, un adelantado a su época, que viviendo en una extraordinaria isla como es -era, fue- Lanzarote se impuso como objetivo sensibilizar a la humanidad respecto al daño que nuestro "modus vivendi" causa en el entorno que habitamos; tanto en Canarias como en cualquier lugar del planeta. ¿Lo logró? Creo que sí... aunque solo en parte ya que su inesperada muerte le impidió culminar la tarea que se había impuesto.

Analizar a ser tan complejo y problemático como César, profundizar en su trayectoria vital como un cirujano en un paciente, debe ser una labor muy ardua y laboriosa. No obstante, cuando el tiempo transcurra y supere con holgura los 20 años de su muerte, que ahora recordamos, sus biógrafos -todo gran artista los tiene- podrán hacerlo sin dificultad pues las biografías no tienen tope en cuanto a páginas. Se selecciona el material que ayudará a confeccionar el libro, se acude a las hemerotecas, se habla con los amigos del biografiado -si aún hay alguno con vida-, se incluyen fotos suyas y de sus obras más representativas y, voilà, ya está el trabajo casi hecho.

El problema se plantea cuando ese trabajo queremos llevarlo a cabo en un metraje que no exceda los sesenta minutos. Son tantas las horas de filmación de que se dispone, las imágenes de sus apariciones públicas, los textos de sus charlas y alegatos, etc., que seleccionarlos, saber cuáles deben elegirse y cuáles ser desechados, supone para quien lo pretenda un trabajo casi insuperable; aunque superable para quien tenga las ideas claras respecto a lo que desea hacer. Que fue el caso de Miguel G. Morales cuando decidió abordar la realización del corto que el pasado día 11 de octubre se presentó en la sede de la Obra Social de CajaCanarias; que, por otro lado, ya era hora de que alguien se atreviera a filmarlo.

Para conseguir esta obra maestra -que me perdonen mis lectores mi entusiasmo al catalogarlo así; ya va siendo hora de que los canarios creamos en nuestros jóvenes valores-, Miguel G. Morales y el editor, Jorge Rojas Cruz, han dedicado innumerables horas de trabajo -he sido privilegiado al vivirlas con ellos-. Diez o doce horas diarias todos los días, festivos incluidos, diversos viajes a los lugares donde César vivió, entrevistas con sus viejos colaboradores, filmación de muchas de sus obras más representativas, etc., están ahí para justificar la realidad del corto obtenido. Morales aprovecha la experiencia de un periodista alemán que pretendió realizar lo que él ahora ha hecho, la colaboración del ecologista Joaquín Araujo, los recuerdos del arquitecto Otto Frei -gran amigo de César-, así como el patrocinio de la Fundación César Manrique, Televisión Española, Televisión Canaria, la Obra Social de CajaCanarias y DXT Producciones, para conseguir una obra que destaca entre la producción canaria de esta especialidad. Una obra, como decía Morales en la presentación del acto que glosamos, que debería tener la difusión que merece -principalmente en Canarias- para que todos sepamos y vivamos lo que este precursor del ecologismo -César Manrique- consiguió para su isla. Creo, como él, que "Taro. El eco de Manrique" merece esa difusión. Piensa, según tengo entendido, presentarla a los Premios Goya del cine español. Si así lo hace, estoy seguro de que en su habitación de los recuerdos figurará la preciada estatuilla del sordo de Fuendetodos.