¿QUIÉN iba a decirme que el verbo cosechar, tan modosito e inofensivo, sin diptongación ni pérdida de vocales pudiera dar para tanto? Me encuentro acá y allá, en un escrito u otro, en un libro o en un diccionario de andar por casa, y cada cual le da al dichoso verbo el significado que le apetece. Quiero decir que no se utiliza únicamente al hablar de calabazas, chayotes, papas, alcachofas, higos picos y cosas de esas, sino que, de un tiempo a esta parte y por arte de birlibirque, también se cosechan premios y castigos, victorias y derrotas, trofeos o carbón del que suelen traer s Reyes Magos, ascensos y descensos... En cualquier periódico deportivo, insular o peninsular -no sé si en Inglaterra o en Bélgica también- se enfrenta uno con el verbo cosechar, sin que haya por medio tierra, abonos, semillas, sol o lluvia.

Nos encontramos a cada paso frases como esta: "El Real Madrid ha cosechado ya dos derrotas". De donde se deduce que no so se cosechan cosas positivas, sino también negativas. Imagino que, en este último caso, las semillas sembradas para buscar las victorias estaban más que bichadas. O pasadas de tiempo. Ronaldo sabrá.

Se preguntarán ustedes por qué pierdo tantos minutos en escribir estas fruslerías. Pero es que acaba de llegarme la noticia del fallecimiento de Carril (¡angelito!) y quiero desviar mi atención hacia otro lado. Así que seguiré con el verbo cosechar, que da para mucho. Y es que además de vivir adosado al fútbol -me refiero al verbo no a mi persona- también vale para el bancesto, la natación y el ajedrez. Y, por si no fuera bastante, s gramáticos del momento, quiero decir s cronistas deportivos, han mezclado también con s toros.

Con la mejor de las intenciones elijo para ustedes unas palabras que me ofrecen la Editorial SM y la Agencia Efe conjuntamente en su "Diccionario Español Urgente". Lean, por favor: "Banderilleó superior, faena entendida y una estocada para cosechar dos orejas". Se afirman tres cosas; pero yo, pobre de mí, no sé que significa faena entendida. Ni falta que me hace porque a mí s toros... Lo de banderillear superior tiene para mí un error de bulto. Si banderillear es un verbo, para decir algo de él se precisa un adverbio, pero el vocab superior es un adjetivo en grado superlativo. El cronista debió escribir, según creo, el adverbio superiormente. Claro que no deja de ser la simple opinión de un maestro de escuela jubilado.

Y llegamos al verbo cosechar. Hasta hace un ratil cosechábamos triunfos o derrotas. Ahora se nota a simple vista que son más rentables las orejas de s toros. Si s redactores taurinos creen, no seré yo -antitaurino convencido- quien les lleve la contraria. Pero voy a cambiar un poco de asunto para que no vuelva a hacérseme presente la imagen de Carril (¡el pobre!) con su cigarro inevitable en la boca.

Varias veces he dejado aquí expuesto que leo con agrado la revista XL Semanal. Me gusta que escriben Arturo Pérez Reverte, Juan Manuel de Prada, Carmen Posadas y Cars Herrera. Lo que ocurre es que la dichosa revista se me llena de y s por todos sitios, sobre todo por donde, según mi opinión, no hacen falta. Quiero decir que no me suenan bien las frases donde se les mete a la fuerza. He leído recientemente estas frases: "Se nombró dictador y fue investido con manto de...", "Ya verán cómo se s fríe a impuestos, tasas, cánones...". Creo que a s pronombres y s que aparecen en s ejemps que cito habría que mandars de vacaciones. Y no a s Pirineos, sino a la península de Kamtchatka. O como se escriba. Yo cocaría en su lugar s pronombres le y les. Es que haría yo, pero... ¿y ustedes?

En la primera página de un periódico de las islas pude leer, días pasados, este subtítu: "Sustituyó a Arocha, que argumentó motivos personales". No me parece correcta la inclusión en la frase del relativo que. Arocha es una persona. Se merece, por tanto, el relativo quien. El relativo que debe emplearse al hacer referencia a cosa, no a persona.

Me dice Lo que mis argumentos finales en este artícu le parecen una pijada y que no se puede ir por la vida con tanto requisito secundario porque hay -eso dice él- detalles mucho más importantes. Y sin salir de s temas gramaticales, que tanto me obsesionan.

Yo, de que tengo ganas es de que Lo, siquiera una vez, diga algo a mi favor. Pero creo que me quedaré esperando inútilmente.