AUNQUE ya lo he dicho con anterioridad, respecto al factor climatológico que producen las diversas estaciones del año en Canarias, en esta ocasión no me voy a referir al afán de los diversos boletines del tiempo emitidos por las radios y las televisiones, donde tratan, de forma burda y manipuladora, de "españolizar" el clima de Canarias; ¡cómo si la climatología de las Islas no tuviera más que ver con el continente africano, al cual pertenecen (el factor geográfico es absolutamente determinante), que con el clima de un país europeo situado a 1.400 km de distancia, que nos sigue colonizando desde hace seis siglos! No. Se trata, metafóricamente, de la "vertiente política" de esas estaciones.

Siguiendo el hilo conductor de mi artículo del pasado domingo, "El poder de la clase media", donde quedaba patente el protagonismo de las clases medias en procesos políticos recientes, como los ocurridos en diversos países árabes, y dada la persistencia de conflictos en la zona que se han convertido en un peligroso foco de inestabilidad e inseguridad, y como la "primavera árabe" se ha convertido en el "otoño sirio", he querido retomar este asunto de gran repercusión mundial.

¿Quiénes fueron el motor de las revueltas árabes? Desde los obreros hasta los miembros de profesiones liberales, cada cual ha desempeñado un papel, aunque muy diferente según el país.

La revuelta árabe desencadenada por la protesta que estalló en la ciudad tunecina de Sidi Bouzid tras el suicidio del joven Mohamed Bouazizi, el 17 de diciembre de 2010, confirma ampliamente esta idea: es un movimiento popular de amplio espectro, unido en torno a la oposición a un régimen despótico y a la reivindicación de un cambio democrático. Fenómeno en el que es frecuente observar cómo se asocian la mayoría de las clases medias y las capas más desfavorecidas de la sociedad en pos de un bien común.

Vendedor ambulante de condición precaria y miserable, Bouazizi representaba el perfil típico de los que protestaban en la "primavera árabe": una masa compuesta tanto de millones de jóvenes y menos jóvenes pertenecientes al sector llamado informal -el de los "desocupados disfrazados", que viven de expedientes a la espera de encontrar un empleo- como de grupos de desocupados formales. A dichas masas se unieron, en Túnez y Egipto, las fuerzas organizadas o desorganizadas de trabajadores asalariados, dado que en ambos países existe un movimiento obrero cuyas luchas constituyen un antecedente directo de la "primavera árabe".

En los países donde se produjeron levantamientos masivos (Bahréin, Egipto, Libia, Túnez, Yemen y Siria, donde aún persisten, estando al borde de la guerra civil), a ese vasto frente de las capas más pobres de la sociedad se unió lo esencial de las clases medias: trabajadores autónomos, tanto tradicionales (artesanos y comerciantes minoristas) como modernos (profesiones liberales, en especial médicos, abogados e ingenieros), y capas asalariadas de rango similar (docentes de nivel superior, ejecutivos, periodistas y pequeños empresarios). Allí donde el régimen no había impuesto un régimen de terror que parecía excluir cualquier protesta -como era principalmente en Túnez y Egipto-, a los movimientos de revueltas les precedió, en la pasada década, un recrudecimiento de las luchas políticas y sociales. En Egipto, se producían sobre todo en la clase obrera, ya que entre 2006 y 2009 el país había conocido la mayor ola de huelgas de trabajadores de su historia, hasta la revolución del 25 de enero de 2011. En Túnez, estaban más vinculadas a la cuestión del desempleo y al nepotismo, en especial con los motines de 2008 en la cuenca minera de Gafsa.

En la misma década, en ambos países, abogados y periodistas también llevaron a cabo otras acciones en favor de la democracia. Dichas profesiones fueron importantes vectores de la protesta, mientras que sus miembros se comprometían en combates directamente políticos, por ejemplo, en el seno del movimiento egipcio Kefaya (una especie de "Basta ya"), punta de lanza a las manipulaciones electorales de Hosni Mubarak y su proyecto de preparar a su hijo para que lo sucediera en la Presidencia del país. Asimismo, jóvenes provenientes en su mayoría de las capas medias, muy conectados a internet, estuvieron a la cabeza de las protestas de los últimos años, ya fueran blogueros -blanco de la represión en varios países árabes- o, de manera más organizada, el Movimiento egipcio de jóvenes del 6 de abril, creado en su origen en solidaridad con la huelga de trabajadores -en particular con el sector textil- de la ciudad industrial de Mahallad Al-Koubra, en 2008.

Además, de Marruecos a Bahréin, pasando por Egipto y Siria, las capas medias estaban muy representadas en el seno de las dos instancias de organización de los levantamientos: las redes sociales y los movimientos políticos. Contrariamente a las ideas preconcebidas, los usuarios de internet provenían también de los medios más pobres, que se conectaban en sus casas o en cibercafés; sin hablar de los teléfonos móviles, que permitieron la comunicación entre los contestatarios.

En cuanto a las fuerzas políticas que intervinieron en los levantamientos, en esencia se componen de miembros de las clases medias. Sobre todo en el caso de las más fuertes entre ellas, que, como Ennahda en Túnez, pertenecen a la esfera de influencia de los Hermanos Musulmanes. Es curioso cómo sus direcciones tienen un fuerte tropismo capitalista, a la manera de Khairat al-Chater, el riquísimo hombre de negocios que los Hermanos Musulmanes designaron para representarlos en la elección presidencial egipcia.

Existe allí una constante del papel político de las capas medias: debido a su propia composición, a largo plazo no podrían sostener una actitud homogénea. Tienen tendencia a escindirse entre los dos polos de la sociedad que las encuadra. De Marruecos a Siria la enorme influencia de los Hermanos Musulmanes constituye un bloque heterogéneo de miembros de las clases medias y de la burguesía mercantilista. Una vez superada la etapa democrática inicial, se observó una escisión del movimiento popular, como en Túnez y Egipto. Así, las organizaciones políticas se oponen a proseguir con las luchas sociales de los asalariados, denunciadas como "categoriales", mientras que buena parte de los jóvenes venidos de las capas medias, incluidos aquellos que se adhirieron a esas organizaciones, están decididos a seguir adelante con la revolución.

Por tanto, y hechas estas reflexiones, la pregunta es obligada para un patriota canario: ¿qué mayor ejemplo necesita el pueblo canario para actuar, tan mimético, para otras cuestiones más irrelevantes? ¿No le es suficiente la magnífica enseñanza de la "primavera árabe", además de la conciencia de pueblo expresada por los catalanes en su Diada? ¿Es acaso impensable cualquier "estación" del año en Canarias, debido a la castración política de este pueblo y a su desesperante inacción, producto del alienante y patológico "síndrome del colonizado"?

¡¡Estamos arreglados!!

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