DESDE los albores de la Humanidad, las personas hemos desarrollado un hábito fundamental: hacer colas. Hoy, el mundo moderno no se puede entender sin ellas. Son esas colas que hacemos en las cajas del supermercado, las de la entrada del fútbol, el teatro, el cine, las de la Seguridad Social, las que seguimos al embarcar en un avión. Colas, colas y más colas.

Existen colas gigantescas que al desarrollarse sortean obstáculos que alguien, previamente, ha diseminado aleatoriamente por las aceras: farolas, bancos, papeleras, deposiciones maleducadas de las mascotas de algún "animal" o "animala". Obstáculos que provocan ondulaciones como de serpiente. Los alemanes hablan de "schlange", ''serpiente'', al referirse a las colas.

Hay colas de admiradores, de pedigüeños, de hambre, de paro y de desesperación absoluta, como cuando tu equipo está en las últimas posiciones del "ranking". Las hay sagradas, como la de la comunión, y dolorosas, como las de Hacienda o la de la consulta del dentista. Sin embargo, pocas nos deben dar tanto miedo como las del Sr. Bermúdez en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife. Horrorosas colas generadas no solo cuando tenemos que pagar los impuestos, sino cuando debes solucionar algún problema municipal, o tienes que sacar un certificado de viaje. La verdad es que la de los certificados tiene miga... y cola.

Tiene miga porque se veía venir, y el equipo de gobierno CC-PSOE no hizo nada para evitarlo. Bastaba con incrementar un poco el número de funcionarios destinados a esta labor, la atención al público; acordar con algunos bancos que los certificados se pudieran expedir en sus cajeros, o volver a instalar las máquinas que te los facilitaban en las dependencias municipales, aunque fuese domingo o fiesta de guardar.

Esta cola de Bermúdez es el símbolo de la falta de previsión del equipo de gobierno municipal. Es el símbolo de lo que se ha convertido la gestión del Ayuntamiento de Santa Cruz en manos del pacto PSOE-CC: trámites y trámites sin fin que resuelven tarde y mal los problemas de los vecinos. Es una cola que, como un afluente, alimenta otra aún más larga, la de los proyectos no terminados, la de las promesas incumplidas, la de las decisiones no tomadas a tiempo, la de un Plan General de Ordenación Urbana que solo convence a socialistas y "coalicioneros", la de los usuarios de los servicios sociales y la de las trabajadoras de Mararía, la de los despedidos de Viviendas Municipales, la del "Maremagnun" de Bermúdez, la del carril bici hasta Añaza, la de la suciedad y abandono de los barrios, la de la indolencia con el cuidado y gestión de nuestro patrimonio cultural, la de tirar la pelota, una y otra vez, fuera del tejado municipal en cuestiones como San Andrés y los embates del mar.

Gracias a Dios, las colas son también el símbolo de la educación, de la solidaridad con las personas que tienes delante y detrás, de la esperanza de que algún día nos atenderán y nos darán el certificado de residencia, de que solucionarán nuestros problemas... Quizá. Puede ser... Pero no con este equipo de gobierno, liderado por Bermúdez, que está en la cola de la ciencia ficción.