1.- Uno tiende a ir siempre a los mismos sitios, como también a ponerse la misma ropa, aunque tenga mucha. Madrid, en los comienzos del otoño, está triste, aunque esta sensación sea, naturalmente, muy subjetiva. Ya no es aquella ciudad alegre y desconfiada que uno conoció y vivió varias veces; ahora es una ciudad sólo desconfiada porque la alegría se le ha ido por las alcantarillas de la crisis. Le han quitado (otra empresa) la terraza al Gijón, con lo cual los que querían presumir de intelectuales se tienen que meter en aquel horno del Paseo de Recoletos a consumir un café horroroso. Como todavía hace calor, el godo no sabe qué ponerse y te ves a las señoras mayores con las primeras plumas, que probablemente les ocasionarán una variedad considerable de sarpullos -o zarpullos, que da igual-. El frío y el calor en Madrid los determina "El Corte Inglés", cuando quita el aire acondicionado y pone a funcionar la calefacción. Si a este país lo dirigiera "El Corte Inglés", otro gallo le cantaría.

2.- Uno pasea, porque ya no compra, igual por falta de posibles que por falta de espacio. Comentaba el otro día con un amigo que lo de no tener dónde meter las cosas que has amontonado a lo largo de los tiempos, y que no sirven para nada sino para recordar esos tiempos, supone un drama. ¿De qué me vale a mí guardar el rótulo de "Helados " que en una noche de pedo arranqué de un viejo negocio de Buenos Aires, del brazo de Irene la sueca? Pues me acompaña desde el día en que el Cabildo me invitó a visitar aquella ciudad, me parece que con ElfidioAlonso, PepeChela (paz descanse), JoséAntonioPérez y SantiagoPérez. Como confundo los viajes también puedo errar en los personajes. Pero sí es verdad que con todos ellos he estado en Buenos Aires.

3.- Me encuentro en Madrid pensando en Buenos Aires, qué barbaridad. La ilusión de un bonaerense es vivir en Madrid y la mía vivir en Palermo, o en Barrio Norte, y pasear por La Recoleta. Pero estoy en Recoletos, qué casualidad, mirando de reojo al Gijón, donde ya no queda sino el Algarrobo (Álvaro de Luna), buscando con nostalgia, a través de la ventana, a uno que ya no vendrá: ManuelAlexandre. No vale la pena dar tanto giro a la memoria porque te puede atropellar un coche loco de esos que circulan por Madrid, lleno de godos que hablan alto, como quienes nunca han albergado la duda. La cita es de Borges y tal.

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