AVISANDO que de economía estaré hablando, me hago eco de una nueva y extravagante moda. Antes lo fueron las babas de caracol o el veneno de las serpientes, que ha sorprendido incluso a las tiendas especializadas en atender y vender animales. ¿Qué demonios está sucediendo? ¡Menudo un negocio permanecía oculto! Resulta que la gente se ha puesto masivamente a enjabonarse el pelo con un mejunje que, en un principio, no estaba ni diseñado ni pensado para humanos, y debido a esto las ventas del producto, azuzadas por la recomendación boca a boca por internet, se dispararon, en muchos casos hasta agotar existencias. ¿A quién se le podía ocurrir en una tiendita de comida para mascotas, perros y gatos, pececitos y pajaritos, en la que el caballo más cercano podía situarse a cuarenta kilómetros, tener un amplio surtido?

Ante semejante demanda, iniciada veladamente por actrices de Hollywood, las empresas espabiladas de cosmética idearon fórmulas adaptadas para humanos, y hoy en día hasta Mercadona las vende. Su éxito me recuerda a las propiedades que se atribuían a algunos crecepelos del siglo pasado, que por cierto a mí no me sirvieron de mucho, e incluso al jabón lagarto y al estropajo de esparto, que en su tiempo bien restregados te quitaban la grasa.

Yo supongo que, en este caso concreto, el fenómeno podría estar motivado inicialmente por el efecto de observar el pelaje (conjunto formado por la piel, los pelos del cuerpo y las crines de la cola y la crin) fuerte y poderoso de los equinos y las ganas que nos entran de lucir al viento las mismas matas de pelos. ¡Guau, qué gozada! Galopando o relinchando por ahí con el flequillo suelto y rodeado de yeguas, potros, potrillas y potrancas. De sementales para ellas. Quienes quieren sustanciar la aparente efectividad, según lo que cuentan unos y otros, en verdades científicas hablan de la biotina, también conocida por Vitamina H o B8, que en proporciones muy pequeñas está contenida en la especie de pócima mágica, y de un anillo ureido (imidazolínico) fusionado con un anillo tetrahidrotiofeno -digo verdad, aunque esto último es broma-, que al parecer estimula el cabello y el cuero cabelludo.

Lo cierto es que los dermatólogos y profesionales aseguran que no, que las mínimas cantidades de biotina que contiene el preparado mágico no tienen efecto alguno cuando se aplica sobre la piel. Además, el PH es diferente y el caballo tiene cuatro patas, con lo que no puede ser que después de tanta investigación aplicada por los laboratorios a nuestro aseo capilar, vaya a funcionar el más básico preparado para un animal.

Es como en economía o en medicina: a cada cual y en cada momento hay que aplicarle los productos, recetas y remedios que le corresponden. Llevarse por el boca a boca es arriesgado y simplista. El ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, dijo que España está haciendo ahora lo que Alemania hizo hace diez años, al poner en marcha medidas para mejorar el comportamiento del mercado laboral, incrementar la competitividad y hacer frente a los problemas de las finanzas públicas.

¡Pues, entonces, igual que con el champú de caballo! Aquí y ahora, en el tratamiento de la crisis económica que nos afecta, hay un problema distinto, diferente, y es que la economía de mercado no funciona igual, no hay potencia ni reacción posible para salir del hueco. El centro puede contar siempre con la dinamo "funcionando y los horizontes demandando en función de lo que van acordando en su beneficio negociando", pero la periferia, y la periferia de la periferia más, están arrinconadas por el propio modelo.

No digo que no se pueda salir, pero no se puede salir solo así. Hay que encontrar otras sustancias y tampoco hay que ser un experto en economía para darse cuenta de que faltan hormonas de crecimiento. Desde hace pocos años, en los Estados Unidos, algunos doctores han empezado a prescribir hormonas a pacientes de edad para incrementar su vitalidad. La eficacia y seguridad para este uso en adultos no ha sido probada todavía en ningún laboratorio o ensayo clínico, pero siendo un adenoma pituitario se incluye en pruebas de estimulación para ver si la glándula del paciente libera GH cuando esta es provocada por estímulos.

Pues algo de eso hay que hacer: un cóctel con champú de caballo y hormonas de crecimiento.

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