NO SÉ si a usted le pasa lo que a mí: que cada vez me cuesta más trabajo comprender lo que sucede a mi alrededor. Resulta que llevamos décadas hablando de desmantelar el puerto de Santa Cruz, y ahora ponemos el grito en el cielo porque no va a ser incluido en la Red Transeuropea de Transporte.

No es por meterme con nadie, pero llevo más de treinta años escuchando que Santa Cruz vive "de espaldas al mar", que el puerto es una "barrera", y que por eso había que construir el de Granadilla. ¿A usted no le suena la cantinela? Yo, personalmente, jamás he estado de acuerdo con esa idea. Siempre he defendido el puerto de Santa Cruz. Nunca me ha parecido una barrera para la ciudad, sino todo lo contrario: una puerta abierta al mundo. Muchos de mis más intensos recuerdos de juventud están ligados al puerto: la visita al "Calypso" de Cousteau, al "Juan Sebastián Elcano", o al vetusto portaeronaves "Dédalo". Tal vez usted se acuerde del "Sea Harrier" británico posado, en imposible equilibrio, sobre unos contenedores en la cubierta del carguero "Alraigo". Aquella imagen dio la vuelta al mundo.

Pero aquí no se trata de airear nostalgias, sino de promover la creación de riqueza y el progreso de nuestra isla. Y los chicharreros, ¡ay!, tenemos la curiosa costumbre de rechazar todo lo que nos da de comer (le pongo otro ejemplo: la refinería). ¡Qué lejanos aquellos tiempos en que el puerto de Santa Cruz era, de verdad, lo primero! Y, por favor, no saquemos a relucir el pleito insular sin antes hacer un mínimo ejercicio de autocrítica. Mientras en Las Palmas gestionaban su política portuaria lo mejor que sabían y podían, nosotros apostábamos por desarrollar el puerto de Granadilla. ¿Y eso por qué? Pues, además de por "abrir Santa Cruz al mar" y otras importantes razones de estrategia insular, porque se ha descubierto, mire usted por dónde, que el puerto de Santa Cruz ya no sirve. No tiene espacio, o no tiene calado, o no sé cuántos problemas más.

Dios me libre de poner en duda esos motivos técnicos y estratégicos, que no soy ingeniero ni estadista. Pero como en esta isla somos tan propensos al "no" -a lo mejor con razón, yo solo constato el hecho-, nuestro modelo portuario (bueno, malo o regular) se ha quedado a medias. Y mientras el ahora pequeño puerto de Granadilla se construye bajo el viento, el de Santa Cruz languidece, sin barcos, bajo el sol.

La isla de Tenerife se muere. Entre todos la matamos, ella sola se murió.

@_Manuel_Luna