Si aceptamos como definición de "argumento" el razonamiento destinado a probar, refutar o justificar algo, deberíamos ser mucho más exigentes en todo cuanto decimos, en nuestras opiniones, y muy especialmente a la hora de reivindicar la aplicación de los diferentes códigos de justicia que estamos obligados a respetar, pero que merced a un sinnúmero de argucias legales acaban durmiendo el sueño de los justos, sin legitimidad alguna.

Hemos tenido la desafortunada oportunidad de vivir estas últimas fechas una serie de situaciones que, analizadas con sencillez, claman al cielo, amén de clamar justicia.

Tengo intención de referirme concretamente a tres, pero podrían ser muchas más, dada la agitación permanente en la que vivimos.

En primer lugar, me gustaría mencionar, teniendo en cuenta la magnitud de lo sucedido y el resultado del proceso al que fue sometido el autor, el caso de los atentados de Oslo y de la isla de Utoya, con setenta y siete asesinatos y un solo autor, el canalla de Breivik. Un sujeto depravado que se permite considerar litigio y sentencia como ilegítimos y que pide perdón a sus seguidores, que por lo visto los tiene, por no haber matado a más gente.

En un país que entrega anualmente el Premio Nobel de la Paz, no se me ocurre pensar que colgasen al interfecto por el cuello, utilizando una grúa como hacen los que aplican la Sharia, a las puertas del horroroso edificio del Ayuntamiento de Oslo, un engendro de ladrillo rojizo oscuro, de estilo postmodernista, también conocido como brutalismo. De ahí a encerrarlo en una celda bien amueblada y exclusiva, ampliada con un pequeño gimnasio para que "la bestia" pueda mantenerse en forma, considero que es toda una pasada.

Como segundo ejemplo, desearía referirme a un pequeño detalle relacionado con la desaparición de los niños Ruth y José. Los noticieros, en todas sus formas y formatos, ya han tratado de manera más que suficiente casi todos los detalles, pero, al menos desde mi punto de vista, no han insistido lo suficiente sobre la defensa a ultranza que don Jorge Fernández Díaz, nuestro flamante ministro del Interior, ha realizado de la Policía Científica, como si este cuerpo no pudiese cometer ningún error, máxime estando la cosa meridianamente clara en relación con las piezas óseas y dentales encontradas. En concreto, que pertenecen a seres humanos de corta edad, sin poder añadir muchos más datos por las exageradas temperaturas a que fueron sometidos, y esto a pesar del sitio donde han sido hallados y de que el padre de las criaturas adquirió cerca de ciento cincuenta litros de gasolina, sin justificar de forma suficiente para qué precisaba cantidad tan exagerada de combustible.

No olvidar nunca ese proverbio español tan clarificante, aplicable con certera puntería a aquellos comederos de La Esperanza y Las Canteras, cerrados hace muchos años por dar "gato por liebre". Los restos óseos de cada animal son diferentes, y también los dientes.

Por último, don Alfonso Alonso, portavoz del PP en el Congreso de los Diputados, se refería a la imagen de España por todo lo relacionado con Sánchez Gordillo y su manera de comportarse, llegando a hablar de astracanadas. No estoy en absoluto de acuerdo con la manera de producirse de este diputado autonómico y alcalde de Marinaleda, pero sin ningún lugar a dudas, la imagen de este país ya está suficientemente arrastrada por el lodo de mano del duque consorte de Palma de Mallorca, presunto elemento de cuidado, o del miembro del Opus Dei y marqués de Olivara, don José María Ruiz Mateos, siempre con la boca caliente y largando contra todo lo humano. Lo divino, que no se lo toquen, que es de su exclusividad.

José Luis Martín Meyerhans