Hoy, al levantarme, en otro día caluroso y contaminado en Santa Cruz, he sentido algo muy extraño. Soñé que pasaba por un bonito valle de almendros en flor y vid; el colorido de las flores de los almendros casi me cegaba la vista; creí que era invierno y sentí el frío en mis huesos. Era un pueblito a las faldas del Teide y parecía que sus gentes eran muy acogedoras y amables, con nuestra habla canaria; eran de esos canarios como los de antes, que conservan toda la hospitalidad de la nación canaria. Qué extraño, era como un pequeño reducto de canariedad en una sociedad que está perdiendo su identidad.

Y ocupando un lugar destacado en el pequeño valle una pequeña pero preciosa iglesia. Dentro un poderoso y humilde Cristo que dicen que fue capaz de parar la lava cuando amenazaba el pueblo. Sus gentes hablaban muy orgullosas de Él y de la obra social del pueblito; de las casas de acogida de ancianos y discapacitados, que dicen que fue fruto de la lucha de unas mujeres de la tierra, la asociación de vecinos y la bondad de su anterior cura, consiguiendo mover las instituciones públicas; y me volví a sentir extraño y vi cómo la gente se movía a otro ritmo. Parece que habían conseguido parar las agujas del reloj del progreso, de ese progreso mal entendido que te hace perder tu identidad, para quedarse con lo mejor de nuestras tradiciones y ser un pequeño reducto de canariedad.

Qué raro. Pensaba que algo así ya no podía existir, pero creo que este pueblito de mis sueños es Santiago del Teide. Como este, otras tantas localidades de nuestra tierra que mantienen vivas nuestras tradiciones y nuestra identidad canaria en lo más recóndito de nuestra geografía.

Jesús Alberto Reyes Cornejo

(Santa Cruz de Tenerife)

La feroz persecución de los cristianos

en Egipto

En la ciudad de El Cairo, Tahrir y Jeanette son cristianos conversos, algo mal visto entre los musulmanes. "Cuando esperábamos, por fin, igualdad religiosa, el Gobierno ha confirmado que, suponiendo que el islam sea un perfeccionamiento del cristianismo, deshacer una perfección es un ultraje", dice un jurista que aborda numerosos casos de conversiones secretas.

Tatuarse con una cruz es un rito legendario en el viejo Egipto, y para los cristianos un ritual. Por algo así mataron los musulmanes al padre de una muchacha conversa. Posteriormente, animados por los radicales, fueron a la parroquia del Sol y la destruyeron. Es el miedo y la protesta de la mayor comunidad mundial de árabes cristianos, unos ocho millones, que están siendo ignorados y perseguidos.

A los muertos de Mokatam se suman los trece de la iglesia del Sol, que se añaden a la matanza, por un suicida, de veinte coptos, durante la misa de Año Nuevo en la iglesia de los Santos de Alejandría, que el gobierno egipcio atribuyó a un grupo vinculado a Al Qaeda. "Han vuelto tiempos de persecución", repiten, con miedo en los ojos. "Tranquiliza saber que esto ya lo padeció Jesús", dice Om Sema.

Por otra parte, los intelectuales cristianos lamentan la política del aislamiento hacia la Iglesia copta y denuncian una nueva política de la discriminación por parte del Gobierno. Los cairotas temen que con la victoria en las urnas del islamista Mohamed Mursi (es la primera vez que un islamista llega a la presidencia de Egipto, que cuenta con una minoría cristiana de alrededor del 10% de una población de 80 millones) aumente la persecución de los cristianos.

También, el diputado del Parlamento Europeo Mario Mauro, representante de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) contra el racismo, la xenofobia y la discriminación, dijo: "No habrá libertad en el mundo árabe sin libertad para los cristianos árabes". Por último, el islamólogo Samir Khalil considera que los cristianos en los países árabes tienen una clara misión: "Transmitir los valores positivos de Occidente; de modo especial, la importancia de los derechos humanos, de la libertad religiosa, del respeto a los demás (aunque esté en contra de nuestros principios), el trabajo conjunto para proyectos políticos y el aprendizaje de la democracia y la libertad".

Clemente Ferrer (Madrid)