AMIGAS y amigos, les deseo que estén disfrutando de la playa en estos días de sofocante calor, porque es lo único, de momento, que tenemos gratis y sin pagar por su uso ningún tipo de impuesto directo (lo del indirecto estaría por saberse).

A pesar de la canícula tenemos noticias en agosto. Noticias sobre el paro, sobre la pobreza, sobre las familias que nada tienen, sobre esa "prima" de la que todos hablan y pocos saben qué o quién es, pero que preocupa a unos y hace temblar a otros; sobre quienes acuden a Cáritas sintiéndose culpables de la situación por la que están pasando..., o sea, todo normal. Y esto me recuerda unas palabras del secretario general de Cáritas Española, Sebastián Mora, dando respuesta a las preguntas del periodista: "¿Cómo se encuentra la persona de clase media que les pide ayuda? ¿Cuál es su proceso psicológico?". Y Sebastián respondió sin titubeos: "Atraviesa cuatro fases. Primero, se siente fracasado y culpable: No lo he hecho bien, no trabajé lo suficiente, no debí pedir el crédito... Luego se siente avergonzado por tener que pedir. Si la situación se mantiene, entra en una tercera fase: depresión. Y todo acaba repercutiendo en el matrimonio, la familia, en sus relaciones sociales... Es curioso que el sistema le haga sentir culpable cuando realmente es víctima".

Y este cúmulo de acontecimientos hace que uno se ponga a indagar en internet y se entere de que "el Comité de Derechos Económicos y Sociales y Culturales (CDESC) de la ONU dice que la pobreza en España está convirtiéndose en un dato preocupante". Y no solo lo dice dicho organismo, sino organizaciones humanitarias. Pero también vemos una realidad lacerante, como que nos estamos convirtiendo en un país lamentable, donde uno se puede encontrar en el parabrisas del coche un folleto donde dice: "Se ofrecen servicios de todo tipo (arreglo de grifos, encargos, etc.). A cambio pido productos de primera necesidad".

Y los que tienen la suerte de poder disfrutar de algunos días de vacaciones regresando a su pueblo o ciudad se dan cuenta de que hemos retrocedido en el tiempo sesenta años. Estamos en el Tenerife de los años de la emigración a Venezuela y otros lugares, porque en nuestros pueblos y ciudades podemos comprobar cómo ha desaparecido la casi totalidad de los jóvenes: trabajan en Alemania y otros países con empleo, países que están ofertando trabajo.

En el ínterin de este tótum revolútum, y para animar el cotarro y hacer que por unas horas nos olvidemos de la prima, la Bolsa (la de valores, porque la del pan ha tiempo que está vacía) y otros problemas cotidianos, aparecen un Robin Hood y sus muchachos que, al grito de "quitemos los alimentos al rico para dárselos al pobre", entran a saco en un súper, carros de compra al frente, como escudos de hierro, y abriéndose paso como guerreros medievales comienzan a vaciar estanterías pasando a los carros sus contenidos, para dirigirse velozmente a las salidas de caja (sin pagar, por supuesto), venciendo la resistencia de empleados y empleadas del establecimiento que, con sus uniformes como antiguas armaduras pero sin yelmo, tratan de evitar la consumación del asalto. ¿Por qué usaron la fuerza en vez de la palabra? ¿No hubiera sido mejor hablar con el responsable del súper? Claro que es probable que se hiciesen esta otra pregunta: ¿por qué no faltando alimentos en nuestro país y no siendo pobre, el porcentaje de pobreza es muy alto y vemos cómo el hambre empieza a ser un problema?

Entonces uno palpa la opinión del pueblo. Entre las pocas señoras y aún menos señores que deambulan una mañana recorriendo los puestos de la Recova de Santa Cruz, nos enteramos de la desesperada situación de muchas familias en nuestra tierra. Familias de la clase media que cada día ven cómo lo poco de dinero que tienen va mermando y se van quedando sin nada. Un caballero que a pesar del calor viste traje y corbata nos dice que no dudemos en absoluto de que cada vez más canarios vemos pésima la situación, porque -me dice- nuestras condiciones económicas, lejos de mejorar, van a empeorar en los próximos años. Por eso me pregunto, nos preguntamos -apostilla-: ¿cuánta pobreza vamos a ser capaces de soportar antes de protestar y denunciar nuestra situación?

Un periódico digital decía, refiriéndose al Estado: "Parece que al Ejecutivo y a su equipo se les ha olvidado entre tantos recortes que el futuro de una nación proviene de los ciudadanos y del progreso social. Con una política de recortes desmesurada en la que se atiende a perseguir intereses económicos ajenos al bienestar de un pueblo están cargándose el futuro de miles de niños, jóvenes y adultos. Se han puesto en riesgo la salud, la educación y el empleo de millones de personas y hasta ahora no han tomado medida alguna para suavizarlo".

Lamento, amigas y amigos, las noticias que he dado aquí. Pero es que, desgraciadamente, no hay otras (bueno sí, la relativa a los incendios forestales, ¡otra catástrofe!), de las que me ocuparé en otro escrito. Aprovecho la oportunidad para agradecerles de corazón sus aportaciones económicas y personales a Cáritas. Son ustedes la simiente que alimenta a quienes ni siquiera pueden hacer más de una comida al día. Gracias.

Diocesana de Tenerife