ARAÍZ de los incendios que están asolando tres islas del Archipiélago arrancamos el Comentario de hoy con una pregunta más sobre las consecuencias de no tener capacidad para decidir: ¿por qué no tenemos nuestros propios helicópteros en sus bases y nuestros propios hidroaviones en las bahías de nuestras costas disponibles para actuar en cuanto se los necesite y nos vemos obligados a pedirlos prestados al poder central de Madrid y a esperar casi 24 horas para que lleguen desde otro continente a apagar el fuego que ya ha quemado cientos de hectáreas? Cada vez que esto ocurre desaparece no solo nuestra vegetación en esas horas críticas, sino también el atractivo del paisaje canario, que es uno de los principales alicientes para el turismo que nos visita, y que es lo que algunos desean que ocurra porque creen que nos pondremos a su baja altura. Y eso es lo que ha estado ocurriendo estos días con Tenerife y La Gomera, que han perdido, sobre todo esta última, una parte importante de su masa boscosa, que oxigena la atmósfera de ambas islas.

Pero, para tener medios antiincendios con capacidad de reacción inmediata es imprescindible no estar sometido a la rapiña voraz de una metrópoli y de su Agencia Tributaria. Porque, nos guste o no, somos una colonia y recibimos trato como tal por un Estado que lo único que hace es repetir el comportamiento de todos los imperios a lo largo de la historia: llevarse los bienes y los recursos de los lugares que someten por la fuerza y donde se roba con crueldad y sin miramientos.

Con una Hacienda propia, como -recordemos- ha propuesto reclamar Fernando Clavijo, el secretario general de Coalición Canaria en Tenerife y alcalde de La Laguna, tendríamos esos medios que nos permitirían extinguir los incendios desde el aire, algo fundamental en unas islas con una orografía tan abrupta. Una Hacienda canaria significaría, repetimos, bienestar, progreso, empleo... vida para una tierra que lleva seis siglos sometida. Por contra, el colonialismo es sumisión, miedo, inferioridad, pobreza. Y con un presidente de Canarias como Paulino Rivero, la esposa que le ayuda en sus planes y los esbirros que los ayudan a ambos solo vamos a peor. Es inaplazable el relevo de todos ellos y que los sustituyan quienes, en su propio partido, están dispuestos a plantar cara al Estado, empezando, como decimos, por exigir la recaudación de todos los impuestos que pagan los isleños. Clavijo es el hombre.

Rivero, a la vista está, para lo único que sirve es para administrar la pobreza; toda su acción consiste en aplicar recortes, quitar servicios, echar balones fuera culpando de todo a Madrid, y exhortar a la juventud a emigrar. Hambre, miseria, listas de espera mortales... es la herencia que nos dejará este incapaz.

¿Mentimos; exageramos, o es la pura y cruel realidad? ¿Por qué Paulino Rivero, si su partido quedó tercero en número de votos en las últimas elecciones autonómicas, tiene que alzarse con la Presidencia de Canarias?: por una trampa electoral, legal, pero inmoral. Una treta que permite un pacto de perdedores mientras el ganador queda fuera del poder. ¿De qué nos sirve un Gobierno así, mandado, encima, por una persona sin la preparación suficiente para la labor? De nada. Bueno sí: sirve para que vivamos en un Apocalipsis de paro, hambre y pobreza como nunca se ha visto.

Pero ninguno de estos políticos de los que hablamos se da por aludido. Ellos siguen como si nada, a pesar de ser un atajo de incompetentes, nefastos, de actitudes bochornosas. Se reúnen en un Parlamento totalmente alejado del sentir popular, donde lo único que hacen es discutir de asuntos que no tienen relación con los problemas de los ciudadanos; mantienen una televisión, una radio y una policía autonómicas con el dinero del contribuyente que solo sirven para glorificar las "hazañas" de sus jefes políticos. Hasta se permite el director de la RTVC despedir trabajadores sin cumplir los trámites que marca la ley, que establece que una decisión como esta debe ser aprobada por, al menos, dos tercios del consejo de administración del ente. Es decir, Guillermo García se salta las normas, como su jefe, Paulino Rivero, que fue quien lo nombró con el mérito de que se había formado "en la universidad de la vida", se salta todos los obstáculos que sean para perpetuarse en el poder. Aunque sea a costa de dividir en dos a su propio partido, como se vio claramente en el último congreso de CC. Son todos iguales. Y no hay cosa que una más que compartir el poder cuando los protagonistas se saben usurpadores del mismo. Todos se saben ligados por los lazos del miedo a la traición.