1.- Lo digo por experiencia. No hay nada que cause más pavor que el fuego. Este verano está siendo terrible porque el fuego se lo lleva todo. Y la gente quema el monte, por descuido o con intención. Tenemos gente muy bruta y animal en esta tierra, gente sin escrúpulos a la que le da igual causar tanto daño y tanto dolor. Mentes criminales que tiran colillas, queman rastrojos sin control, utilizan las radiales en lugares inadecuados, no apagan los fuegos de sus barbacoas e incurren en graves responsabilidades. Las islas se queman, se hace humo nuestra laurisilva e, incluso, parte de nuestros parques nacionales. El fuego se extiende sin control y uno se pregunta por qué el siniestro de La Gomera se da por controlado, y casi por apagado, y se reaviva con fuerza unos cuantos días después. Ya les he contado que estuve a punto de morir en un incendio y que más de treinta años después encontré a la mujer que me salvó la vida. Y no les he contado que el otro día nos sentamos en un bar y hablamos de aquella experiencia que a mí me marcó mucho. He sabido ahora que andaba entonces por San José de Los Llanos y por Los Campeches abasteciendo de agua a los voluntarios que extinguían las llamas. Por eso estaba allí, con su jeep. "Menos mal que encontré el camino bueno porque si no nos quedamos todos allí", me decía.

2.- Ahora comparto el sufrimiento de tanta gente que se ha visto obligada a salir de sus casas, a causa del fuego que todo lo arrasa. Miles de personas desplazadas de sus domicilios, a la hora en que escribo este artículo. Es terrible cuando oyes el crepitar de las llamas detrás de ti. Sabes que te pueden alcanzar en cualquier momento, rodearte y dejarte allí. En La Gomera se han producido esas explosiones que el fuego y las corrientes de aire propician. Una de ellas mató a mi amigo Paco Afonso, a la sazón gobernador civil, en el Roque de Agando, en septiembre de 1984. El domingo se volvieron a escuchar esas explosiones en algún lugar de La Gomera. Es el momento de echarse a correr.

3.- Las islas se nos queman, pero nadie va a la cárcel. Y estos incendios, con casi toda seguridad, o son intencionados o se han producido por algún descuido. El monte no se quema solo. La Naturaleza, cuando se empeña en jugar en contra, lo hace; pero juega mucho más limpio que los seres humanos. Yo ya no voy a pedir más veces el endurecimiento de las leyes para los pirómanos. ¿Para qué? A mí nadie me hace caso; yo soy un predicador para los desiertos. Nada de lo que diga aquí va a ser asumido por quien corresponda. O sea, que paso.

achaves@radioranilla.com