Escribía nuestro nobel en "San Camilo 77": "Empezó tocándole el culo como por casualidad... y acabó metiéndose en su cama los jueves por la tarde". Confirmaba Cela una opinión muy extendida, y es la de que hay que creer en las coincidencias lo justo, y ni un pelín más a riesgo de meterse en un muy florido jardín.

Estamos obligados a razonar que los importantes recortes que el Gobierno está introduciendo en la educación han debido de ser suficientemente meditados, pese a que la situación de la formación en este país sea tan delicada que no esté para ningún tipo de especulaciones.

Pienso, con toda la seriedad que merecen, que ni la sanidad ni la enseñanza permiten maltrato alguno: la salud porque muy difícilmente ofrece segundas oportunidades, y la docencia no consiente el menor menosprecio.

Pide don Mariano que se le apoye en sus míseras limitaciones sin meditar un segundo que serán una auténtica ruina, convirtiendo a toda una generación en gentes faltas de competencia para codearse con esa Europa de la que cada vez estamos más distantes.

Desde que llegó la democracia hemos tenido media docena de presidentes, que mire usted por dónde han sido un triste ejemplo de nuestras carencias. Ninguno supo hablar la que se viene en llamar lengua del imperio, aunque la osadía llegase a provocar ridículos como el conocido como la declaración de Pensacola.

Hubo una época, afortunadamente casi olvidada, en la que el personal de limpieza de no pocos establecimientos comerciales suizos, e incluso del aeropuerto de Zurich, era español, gran parte del cual regresó a la patria con sus ahorros, siendo sustituidos por los modestísimos tamiles de Sri Lanka, sin instrucción alguna. Pero es que en la actualidad los que nos dejan se llevan consigo una costosa preparación universitaria que, por supuesto, se han merecido por su trabajo, pero que también le ha supuesto un desembolso a la sociedad española, adiestramiento que se esfuma al marchar ahora los bien formados, que realmente son los que interesan, fuera de nuestras fronteras.

No es preciso ser adivino para tener conciencia de que nuestro futuro quedará muy marcado por estas ausencias, con lo que también nuestra competitividad sufrirá las mismas penurias. Esta fuga de cerebros de gentes en lo mejor de la vida nos va a socavar, sin duda, pero es que si además vamos a impartir la enseñanza de forma menos brillante, y a un número inferior de nuestros jóvenes, el progreso se irá al garete. Sería de bochorno comprobar que después de equipar de forma seria intelectualmente a cientos de profesionales de la medicina, por ejemplo, tengamos, con todos los respetos, que ocupar los puestos de trabajo que dejan vacíos con médicos cubanos o suramericanos. El señor Rajoy en esto, por lo visto, no tiene que pensar. El día que deje la presidencia disfrutará del mismo chollo que sus antecesores en el cargo, y en el peor de los casos tiene conservado en formol el registro de la propiedad de Santa Pola. Y fíjense que no hablo de merecimientos, porque los desconozco, y, lo mismo que puede leerse en la cartilla militar en relación con el valor del soldado, se le suponen.

José Luis Martín Meyerhans

España, crucero de lujo

Corría el año 1978 y, tras un trienio en construcción, zarpa España, un crucero que, si bien inició su travesía de manera muy acertada, no conocía en aquellos momentos que su marcha se vería prácticamente detenida. Y es que los ingenieros de aquel barco, fraguado desde los restos de un régimen dictatorial ensamblados con el fuerte consenso de los demócratas, no sabían que la embarcación se terminaría hundiendo por el sobrepeso estructural que adosarían después sus sucesores.

Empecemos por las bases: los municipios. Actualmente, el mapa municipal existente en España viene heredado de la Constitución gaditana de 1812, en el que el 84% de los municipios no superan los 100 km2 de superficie, el 86% cuenta con una población inferior a los 5.000 habitantes y el 0,7% alberga al 42% de la población española.

Mientras tanto, el actual Gobierno piensa que el recorte del mundo local solo se debe efectuar en una simbólica supresión de concejales, que en la mayoría de casos no tienen un sueldo fijo asignado por los consistorios, algo que la lógica nos deriva a pensar que la verdadera supresión es en la representatividad vecinal de nuestros pueblos y ciudades. Ya que ahí seguirán los alcaldes -muchas veces con sueldos superiores al propio presidente de su comunidad autónoma-, y ahí seguirá el personal de confianza. En el otro nivel nos encontramos las diputaciones provinciales, entidades tan vetustas como la misma locomotora de vapor, muy útiles para llevar a las distintas provincias la electricidad y la telefonía, entre otros suministros, y muy útiles en la actualidad para dar empleo a aquellos que no lo consiguieron en las respectivas elecciones.

Los cabildos insulares deberían abrir un camino a la reflexión acerca del poco aprecio que le profesan los ciudadanos. Deberían replantear un mapa en Canarias con menos municipios, Cabildos más adelgazados, encargados de aprovechar las ventajas de una economía de escala para abaratar costes. Por su parte, el Gobierno autonómico debería asumir mayor protagonismo en la coordinación entre islas y delimitar claramente un marco competencial. Por último, las Comunidades Autónomas y el Estado solapan sus competencias y crean estructuras cada vez más rimbombantes: consejos y comisiones que no van a ningún lado. España, ese crucero de lujo, en el que se están tirando por la borda el timón y los chalecos salvavidas, a saber: el sistema sanitario y el educativo.

Víctor Bethencourt Rguez.