EN COMENTARIO anterior, nos referíamos, por segunda vez, a la novedad que podría aportar a los planes de desarrollo turístico de Canarias y, concretamente, a los de la isla de Tenerife el que titulamos "turismo industrial", dicho de otro modo, llevar al turista que visita la isla hasta la industria establecida en ella y comprobar personalmente la producción propia de la fábrica y hasta adquirir allí productos de fabricación o almacenamiento.

Hecha esta sugerencia a los industriales y a las empresas que atienden al movimiento turístico, leemos en el número de este periódico correspondiente al lunes pasado que de toda la superficie de terreno disponible en la isla de Tenerife para instalar industrias, solo se está utilizando el 43 por ciento, o sea, menos de la mitad, lo que quiere decir que en los 43 solares disponibles podríamos tener más del doble de las industrias actualmente establecidas.

En cifras concretas, solo 11 de los 23 millones de metros cuadrados aprovechados o por aprovechar, o planificados, están siendo utilizados y, en cuanto a costos, la Dirección General de Industria del Gobierno de Canarias afirma que el precio medio ha caído en casi un 30 por ciento desde que se inició la crisis, pero Asinca afirma que sigue resultando algo elevado.

La actual disponibilidad total de la isla es de 23 millones de metros cuadrados para uso industrial, de los que apenas están dedicados a eso 11.274.567, o sea, que el 57 por ciento está libre. 25 de los 31 municipios de la isla disponen de suelo industrial, aunque la superficie ocupada en ellos es significativamente inferior a la vacante, y en Santiago del Teide hay terreno industrial útil en desuso. Hay más casos en estas condiciones, y la pregunta es qué gestión están llevando a cabo los miembros del Gobierno de Paulino Rivero, demostradamente ineptos para desempeñar estos cargos, a imagen y semejanza de su presidente.

Y no hace falta decirlo, porque esta pérdida significativa de tantas posibilidades no solo de estabilidad, sino hasta de enriquecimiento, tiene sus efectos negativos en la isla y en gran parte del Archipiélago, en forma de hospitales cerrados por falta de dinero, de aumento galopante del paro y hasta de hambre física en cientos de familias.