LOS PRESIDENTES de los cabildos insulares de Gran Canaria y de Tenerife, don Miguel Bravo de Laguna y don Ricardo Melchior, respectivamente, sin tener la elemental cortesía de invitar a la supuesta reunión a los titulares de las corporaciones semejantes de las restantes cinco islas de este Archipiélago, han enterrado, de momento, el hacha de guerra, que usan habitual y simbólicamente los indios norteamericanos para "ajuntarse", que dicen en el campo, con motivo del primer centenario de la constitución de dichas corporaciones.

Las noticias que del encuentro nos llegan hasta ahora no mencionan ni recepciones ni "copas de vino español", como de costumbre, ni, mucho menos, tenderetes con vino tacorontero o con vino dulce canarión, que un día tomé en Las Palmas en un almuerzo ordinario al que me invitaron, como única bebida y que, por cierto, era muy bueno.

De lo que sí informaron fue de que ambos presidentes deberían estar muy interesados por asimilar poder que aún no tienen, porque declararon, al parecer, al unísono, que los cabildos están llamados a asumir, poco a poco, gran parte de las competencias de la comunidad autónoma. O sea, de los poderes de los que hace tan mal uso el Gobierno de Paulino Rivero, para que no realice con ellas, según su costumbre, lo realmente hitleriano, que ni el "führer" germano en sus mejores tiempos.

En esa intención y gestión les doy todas las razones a los señores Bravo de Laguna y Melchior, quienes, por muy mal que hagan las cosas, siempre estarán, en lo positivo, a una distancia abismal de Rivero y su "troupe" de ineptos, y hasta habría que hacer promesas a varios santos para que ayuden, en sus deseos, a los titulares de nuestros cabildos, que es una ayuda benefactora para todo el desafortunado pueblo canario, sometido a la tiranía del paulinismo, que así llama ya nuestro pueblo a lo que emana de la autoridad de Paulino Rivero.

En este ámbito, en que dominan las continuas malas noticias, la posibilidad de que sean los cabildos los que puedan asumir las competencias que hoy solo ostenta un gobierno autónomo producto de un pacto contra natura que solo favorece a quienes lo firmaron y perjudica, a veces, gravemente, a todos los demás, es una buena noticia, y eso, de momento, nos marca el buen camino que debemos seguir en adelante, si no tenemos otro. Porque la verdad es que, actualmente, en estas islas carecemos de rutas que nos conduzcan a fines medianamente satisfactorios. Nos cortan el camino los recortes, estatales e insulares, y una política desacertada de continuos tropiezos contra los que no encontramos remedio.