Es la pregunta que ahora mismo se deberían estar haciendo generalizadamente los expertos, cerebros, responsables, elegidos... Fustigándose una y otra noche, ¿cómo podemos darle la vuelta a la situación de bucle depresivo en la que, con la obligación de recortar y recortar o ajustar y ajustar por los excesos cometidos, pagamos intereses desmedidos, con primas de riesgo disparatadas que superan los esfuerzos recaudados y en las que se precipita el agujero del rojo para cualquier estabilidad personal, afectando drásticamente al consumo, que ya es de pura supervivencia en amplias capas de la población, y a los ingresos de las administraciones, que caen irremediablemente a plomo, lo que a su vez propicia que la gente se quede masivamente sin ocupación remunerada y sin el Estado del bienestar que tanto nos había costado construir, sin poder pagar compromisos y retroalimentando continuamente la pescadilla -que ya es un tiburón que se devora a sí mismo- que se muerde la cola, con un sector bancario que se ha vuelto homosexual y pasivo, porque está únicamente para que le den por detrás?

Con más políticos por metro cuadrado que en ningún otro lugar, sería lógico que nos preguntáramos repetitiva y obsesivamente, como zombis, ¿qué hacemos para revertir esta situación?

Hay que mojarse, al menos intentarlo. ¿Cómo crecemos? Los que saben que den el paso adelante. Venga, me atrevo un poquito y además en plan coloquial:

¿Planes masivos de infraestructuras? Hala, la chequera de la Europa disciplinada, unificada y garantista echando humo. La segunda pista, los trenes, el puerto, más autopistas y carreteras, aunque lo siento para la ultraortodoxia central, que sería algo así como personal cavando agujeros para que a su vez otros los tapen; inaceptable. Permitirán alguna cosita, amortizable en sí misma y muy controlada. Punto.

La política monetaria para poner en marcha la maquinita de hacer dinero tampoco les hace tilín. En la deliberación sobre cómo estimular la economía hay que tener en cuenta que los europeos egoístas no quieren ni poner el pie en fango. En la crisis anterior tuvieron que producirse dos guerras; hay economistas que hablan del regreso al proteccionismo, de volver a levantar barreras, cuestión que podría imponerse, aunque significaría un golpe de Estado mundial. Perderían mucho los ricos de Occidente y los pobres de otros lados. En Canarias ganaríamos, claro está: lo nuestro -incluyendo a los del norte-, pa''nosotros. Fuera con los chinos, por ejemplo, el tomate y el plátano de Canarias, no el de Marruecos o Sudamérica. Si Europa y Norteamérica se blindaran, entonces sí que nos vendría bien estar dentro, pero como eso no va a suceder por los fuertes lazos exteriores, mejor ni lo analizamos.

Es decir, que descartamos opciones. La de la inversión masiva en infraestructuras, la tabla de salvación monetaria y la salida por la puerta de atrás del proteccionismo. Con esos parámetros hay que encontrar cómo crecer, porque a Angela Merkel puede darle un chuchazo, un ataque al corazón o algo parecido si oye hablar de semejantes barbaridades.

¿Qué tal vía excepciones? Déjame al menos lo del REF intacto, que para eso nos hemos puesto de acuerdo. Dame un argumento diferencial con respecto a África y al medio camino que representamos con respecto a América. Consiente determinadas ventajas a operar desde aquí en algunos sectores. Las energías alternativas, como muestra, podrían navegar en un sitio acotado y especial de investigación y prueba; cosas por el estilo, aunque tuviéramos que aceptar pulpo como animal de compañía, o que se fume para que aterrice Eurovegas. Pero no, a eso tampoco van a jugar demasiado; vía excepciones no, que se vuelven a atragantar la canciller y Papá Noel.

A ver cómo le explicamos nosotros que vivimos en un capitalismo amañado, que ganamos menos de la mitad que otros miembros del club y que no somos ni Martinica ni Guadalupe. ¡Vale! Fíjate, hasta podemos digerir sus recetas. Crecer en la periferia de la periferia solo podemos hacerlo vía devaluación, trabajando más y ganando menos, aunque entonces que relajen un poco la cadena de castigo en obligaciones burocráticas o fiscales que gravitan, de igual modo que en el centro pudiente del continente, sobre nuestras cabezas.

Las ayudas para la creación de empresas y la activación de la emprendeduría no dejan de ser un segundo escalón para atajar el problema; lo primero es que se abran los espacios a los que por nuestra situación geoestratégica tenemos derecho.

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José Antonio Infante