1.- Ángel Galán Arteaga, por necesidades del guión de CaixaBank, se jubila de CajaCanarias. Hasta los sindicatos, tan reacios siempre al elogio, lo han puesto por las nubes en un comunicado reciente. Galán ayudó a todo el mundo desde su puesto de director de la oficina principal de CajaCanarias. A nadie hizo daño. Todo el mundo encontraba en él solución a sus problemas o, cuanto menos, consuelo. Es el empleado más antiguo de la Caja, o lo era, porque el viernes se jubiló. Entró con Álvaro Arvelo y llevaba casi sesenta años en la misma empresa. Ángel no se va a resignar a quedarse quieto. Encontrará cosas que hacer y no creo que demasiado lejos de donde estaba hasta ahora. Su labor merece un homenaje de sus compañeros y amigos; y lo va a tener. Deportista, jugó en el mejor Real Unión de todos los tiempos, en el Tenerife y en el Hércules de Alicante. Era un centro delantero goleador. Las lesiones no le respetaron y la Caja le dijo que eligiera entre el fútbol y la entidad. El fútbol, entonces, no daba tanto dinero, así que Galán eligió bien. Era un futbolista de muy buena planta y hoy disfruta viendo los partidos de nuestro Real Madrid y de la Selección.

2.- Los empleados de CajaCanarias adoran a este hombre, el mejor consejero para ellos, dotado de un gran sentido del humor. Galán, que podrá tener apariencia seria, era un hombre capaz de dar las bromas más ocurrentes en las fiestas de su empresa. Famosa fue la trastada que le prepararon a un conocido empleado, Alcalá, al que le entregaron en cierta ocasión una enorme cesta de Navidad, sin nada dentro. Alcalá picó hasta la exageración y aquello desató una ola de cachondeo en la Caja que duró meses y meses y que aún hoy se recuerda. Muchos deportistas de la vieja época pasaban por el despacho de Galán para pedirle consejo, no sólo económico, sino personal.

3.- Ahora se marcha, porque CaixaBank, el nuevo dueño, cambia las normas de permanencia. Ellos se lo pierden. Porque la Caja, o lo que queda de ella, pierde a un caballero, a un hombre de bien, a una persona íntegra y honesta, a un ser de una valía humana fuera de serie. Los sindicatos lo han reconocido con una rotundidad inusual. Ángel Galán tiene todavía muchas cosas por hacer y las hará. Pero no en la entidad a la que, durante cerca de 60 años, se lo dio todo. Yo creo que le dio hasta su propia vida, porque 60 años es una vida entera. Y no me quiero emocionar. No es un adiós, amigo, sino el descanso del guerrero. Porque seguimos aquí.

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