AYER por la mañana estaba bajando la prima de riesgo española. Una especie de maldición para este país que comenta todo el mundo desde hace mucho tiempo, si bien ayer el tema de conversación era otro porque de fútbol, de la selección española, se habla mucho desde hace semanas. El fútbol, a diferencia de la economía y pese a cierta aleatoriedad en sus resultados, es más comprensible que la no menos estocástica ciencia del dinero. Se habla de fútbol y se preguntan muchos si el triunfo de los chicos del Marqués del Bosque nos va a reportar algún beneficio. Moralmente, sí; al menos eso responde la mayoría. "Este país lo está pasando tan mal, que la gente se merece una alegría para que se olvide un poco de lo que tiene encima", me decía ayer un amigo que, en virtud del cargo que ocupa en una empresa, lleva bastante tiempo pasándolo mal. Aseguran los expertos, sin embargo, que el beneficio no es solo anímico.

Ayer mismo publicaba Abc una interesante información al respecto. Según este diario, el informe "Soccernomics 2010" -omito la traducción porque aquí ya todos sabemos inglés- determina que ganar un mundial de fútbol incrementa hasta en un 0,7% el PIB del país vencedor. Como ejemplo se cita el caso de Francia cuando se alzó con el triunfo en el mundial de 1998 -competición que también organizó- y el de Italia, vencedora en 2006. Otros estudios realizados en Estados Unidos apuntan a que no existe una correlación entre organizar un acontecimiento deportivo en una determinada ciudad -la Superbowl, por ejemplo- y el enriquecimiento posterior de la misma. Lo que sí ocurre, y ahí está lo sorprendente, es que el nivel de vida aumenta en la localidad a la que pertenece el equipo ganador, aunque esta se encuentre a bastante distancia geográficamente hablando.

Por lo que respecta a nosotros y al triplete Euro-Mundial-Euro, coinciden muchos en la importancia del triunfo para relanzar la "marca España". Un sinónimo de éxito actualmente en el deporte según Alejandro Blanco, presidente del COE. ¿Y qué más?, cabe preguntar. Pues..., cierta redención de una actitud absurda por lo mucho que tiene de injustificada: avergonzarse de ser español. Es difícil encontrar a un francés, británico, italiano, alemán o lo que sea que se abochorne de su país. Tarea que se torna bastante fácil si lo que se busca es un español destructivo con España. No crítico, porque la crítica es sana; no hay peor daño que la autocomplacencia ni mayor mentira que la que uno se dice a sí mismo, pero de ahí a la descalificación absoluta de lo propio media un abismo que los españoles están acostumbrados a saltar con harta facilidad y no menos irresponsabilidad.

España no es, como país, peor que ningún otro de su entorno, ni tampoco tiene una historia más deshonrosa -u honrosa- que los demás. Barbaridades las han cometido asimismo Inglaterra, Francia, Alemania y hasta Italia; Italia incluso desde la época de los romanos. Un pasado en el que también ha habido espacio para gloriosos comportamientos colectivos porque, que nadie lo dude, la grandeza y la miseria son el anverso y reverso de la moneda humana. Simplemente con redimirnos de ese autodesprecio, si realmente lo ha conseguido, ya es rentable el triunfo de la selección española.

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