NO SE LO DIGO a usted, solo faltaría. Es lo que exclamé cuando creí comprender la teoría que le quiero contar. Pero como uno nunca puede estar seguro de no haber perdido definitivamente el norte, le propongo -le ruego, más bien- que haga una lectura especialmente crítica.

La idea surge de la observación de la madre de todas las revoluciones: la Revolución Francesa. Los historiadores aún se preguntan si aquella fue una revolución provocada por la miseria o por la prosperidad. Por la miseria secular de un campesinado sometido a un régimen feudal asfixiante, o por la prosperidad de una burguesía emergente necesitada de un espacio de desarrollo para el nuevo capitalismo.

En aquellos tiempos, las ciudades comenzaban a dejar de ser meros lugares de recaudación de las rentas agrícolas para convertirse en centros de creación de valor gracias a una nueva economía, comercial e industrial, de carácter más especulativo que la tradicional. Claro que las ciudades y el comercio han existido desde la antigüedad, pero la población dedicada a actividades diferentes de la agricultura era demasiado pequeña; no había "masa crítica" para la ignición de un proceso de cambio revolucionario.

Aún así, la incipiente burguesía carecía de fuerza por sí sola para derribar los sólidos pilares del Antiguo Régimen. ¿Solución? Recurrir al sufrido campesinado, enarbolando la bandera de la igualdad de derechos. De esa heterogénea alianza, liderada ideológicamente por la burguesía, surge el embrión de la actual clase media y el moderno concepto de ciudadanía.

Hoy en día, el equivalente de la antigua burguesía es una élite económica de carácter global, surgida de una nueva "economía creativa" ya casi totalmente especulativa. El campesinado, por su parte, se ha transformado en una masa de trabajadores-consumidores concentrada en las áreas urbanas. Hasta fecha, la élite y la masa -permítame que utilice esta denominación simplificada- han mantenido su alianza, lo que ha posibilitado el progreso de la humanidad desde una perspectiva "macro".

Pero ahora asistimos a un hecho inédito: la élite ha decidido romper su alianza estratégica con la masa, o, al menos, reformularla en términos puramente económicos. ¿Por qué razón? Porque los derechos sociales de la masa han dejado de ser necesarios para la élite. Y ya no lo son porque la masa ha atravesado un punto de no retorno; diversos factores (aumento demográfico, concentración de la población, mecanización agraria, etc.) impiden cualquier modelo social alternativo. La resignada masa, convenientemente amenazada, solo tiene un papel en este nuevo orden: consumir.

Nos enfrentamos a una nueva revolución de la prosperidad protagonizada por una minoría (la élite económica global), aunque ahora para beneficio exclusivo de esa minoría. Es mentira que el Estado del bienestar se haya vuelto insostenible. Se ha vuelto inútil.

@_Manuel_Luna