OCURRIÓ hace un par de semanas en Valencia. La reunión se podía haber celebrado en cualquier otra ciudad española, sobre todo en Madrid, que al ser la capital del país era posiblemente el lugar más adecuado, aunque por razones que desconozco -y que en el fondo tampoco son importantes- el encuentro entre unos inspectores de la UE -los llamados hombres de negro- y altos funcionarios de la Administración central española tuvo lugar en la capital del Turia. El motivo era recabar información sobre algunos aspectos del sistema bancario español a la vista del rescate -o línea de crédito, o ayuda pactada; elijan ustedes la denominación que les apetezca porque a estas alturas a mí ya me da igual- solicitado a Bruselas por el Gobierno de Mariano Rajoy. "¿Ustedes creen que la gestión ha sido eficiente?", preguntaron, en un momento dado de la reunión, los tipos de negro. "Bueno, primero tendríamos que precisar lo que es una gestión eficaz", respondieron, muy circunspectos, los funcionarios españoles. Sus colegas europeos, todavía sin perder la compostura, les precisaron que las palabras gestión y eficiencia son muy concretas en sí misma. "Es que claro, ya desde la época de Colón se discute qué es la eficiencia porque...". Los de oscuro no daban crédito a lo que estaban oyendo. Habían viajado a España para resolver un problema puntual, además de grave y urgente, y aquellos señores, nada menos que los representantes de una Administración -de un Gobierno, en definitiva- con el agua al cuello se descolgaban con precisiones semánticas y con hechos históricos ocurridos hace más de quinientos años. Sin embargo, por más que lo intentaron, no hubo forma.

Los inspectores europeos tuvieron que tragarse durante cerca de cuatro horas una larga disertación teórica sobre lo que ha sido la eficacia ibérica desde el descubrimiento de América hasta la actualidad. Supongo que cuando salieron de aquel encuentro pensaron lo mismo que Hitler tras entrevistarse con Franco en Hendaya: prefiero que me arranquen cuatro muelas antes de volver a hablar con este hombre. Más de uno se estará partiendo de risa ante la anécdota, por lo demás muy reciente, que les acabo de contar. Lo malo, pues todo tiene su "pero", es que quienes necesitan el dinero no son los hombres de negro; somos nosotros. Y el dinero, mal que nos pese, lo tienen ellos.

No se puede negar que los dirigentes de este país jamás han estado escasos de eficacia para tupir al contrincante; expresión utilizada por los cubanos cuando hablan de aburrir a alguien hasta el agotamiento. Se cambian algunas cosas, pequeños detalles, con el único fin de que todo siga igual. Y ni siquiera se cambia. Se aparenta que se cambia; nada más. Una maestría en el arte del engaño que raya la perfección. Lo malo es que ya no engañamos a nadie. Esta vez hemos conseguido que Alemania nos dé un respiro con la financiación de los bancos. Lo hemos logrado con la ayuda de Italia -que como país está al mismo nivel que el nuestro en cuanto a seriedad- y de Francia cuyo presidente socialista ha llegado al poder enarbolando la bandera de oponerse a la teutona Merkel. Antes o después, y me imagino que será más bien pronto, hasta Hollande caerá en la cuenta de cuáles son las dimensiones de la picaresca española.

"Dejemos a los troyanos que sus penas no vimos, ni sus glorias", escribió Jorge Manrique en las coplas a la muerte de su padre. Dejemos las altas finanzas, aunque nos afectan sus historias, y vayamos a una localidad tinerfeña otrora importante pero hoy venida a menos. Lo digo con pena porque el Puerto de la Cruz es mi pueblo. El otro día le oí decir a un comentarista en una tertulia de radio que a partir de ahora llevará en la guantera del coche, junto a la documentación del vehículo, un recorte de periódico con la noticia de que un juez ha archivado la denuncia contra un concejal portuense por saltarse un control policial. El concejal, como saben ustedes, se llama Luis Miguel Rodríguez, milita en el PP y, para mayor sarcasmo, es concejal de Seguridad del citado municipio. La denuncia la presentaron agentes del Cuerpo Nacional de Policía, una vez que lo persiguieron y lo detuvieron. Como en el control de alcoholemia no llegó al nivel sancionable, el juez consideró que no había cometido ningún delito y asunto resuelto. No iba suficientemente bebido, de acuerdo, ¿pero y lo demás? ¿Tendremos en el futuro el mismo trato los ciudadanos normales y corrientes si, llegado el caso, hacemos caso omiso de la Guardia Civil en un control de alcoholemia -o de lo que sea- y esquivamos a los agentes con un volantazo a ver si, nunca mejor dicho, escapamos?

No discuto si el juez ha obrado generosamente con el reo. Cabe suponer que si el magistrado ha archivado el caso es porque, con la ley en la mano, no tenía otra opción. Pero nada más concluido el juicio, lo que procede es cambiar la ley por la vía de urgencia para que actos como este no vuelvan a quedar impunes, aunque solo sea por la alarma social que generan. O, si ustedes lo prefieren, para que no nos sigan mirando como un país poco o nada serio. Por cierto, ¿ha devuelto ya a las arcas municipales don Luis Miguel los 9.000 y pico euros -más de un millón y medio de pesetas- que gastó con su teléfono móvil en el extranjero? Pregunta que puede responder el alcalde Marcos Brito con un sí o un no en el segundo escueto que se necesita para pronunciar un sí o un no. Dicho sea como advertencia por si también se le ocurre ponerse a hablar de la gesta de Colón o incluso, por qué no, de la importancia histórica que tuvo la fundación de la ciudad, amén de otros mareos de perdiz, para aclarar si se ha subsanado un abuso, descarado y asqueroso, en un Ayuntamiento que más de una vez se ha visto sin dinero para comprar folios en los que imprimir un mísero certificado.

rpeyt@yahoo.es