DESPUÉS de casi veinte años de Festival de Zarzuela de Canarias, entiendo que ha llegado el momento de decir adiós. Yo, José Cruz Suárez, como vicepresidente de la Asociación Amigos de la Zarzuela de Tenerife, en la rueda informativa de presentación, me dirigí a los medios de comunicación y los responsables de cultura para despedirme, tras dedicarme desinteresadamente a labores sociales, en campos como la donación de sangre, la ayuda y defensa de las personas con discapacidad psíquica, la ópera, organizaciones empresariales y la Cámara de Comercio y otras actividades deportivas como el tenis.

No me voy cansado ni por obligación, pero sí desencantado. Con la zarzuela he luchado para que el esfuerzo colectivo permita seguir cumpliendo con una de las manifestaciones artísticas más completas. Adoro la música clásica, especialmente ópera y zarzuela, y creo firmemente que aparecerá otro loco como yo que continúe con la labor, que aporte nuevas ideas y que ayude a la regeneración de los aficionados, mayoría de jubilados y, salvo en casos excepcionales, con poder adquisitivo limitado. El trabajo principal está hecho, una estructura y buenas relaciones con los organismos públicos y privados que mejoraría considerablemente si se aprobara una nueva Ley de Mecenazgo. Sin ella, el futuro será cada día más incierto. Hace falta alguien más joven, con espíritu luchador, que debe formar su propio equipo, al que no le faltarán mi ayuda ni la de mis compañeros.

El comienzo no fue fácil, conversaciones y diálogos con mi entrañable amigo Santiago Padrón Vergara, que llegaba desde Las Palmas para convencerme de que este género tenía sitio, y si existía un festival de música y otro de ópera, también tendría hueco uno de zarzuela. Con su tenacidad hemos logrado cumplir diecinueve ediciones, y en estos años he conocido a muchas personas serviciales, otras menos, pero siempre he contado con sustento, por lo que esta despedida no es con acritud, sino dando las gracias a todos los colaboradores, especialmente a José Luis Mederos Aparicio, presidente casi en el anonimato, pero con un apoyo incondicional desde el primer día. A todos los representantes públicos y privados, anteriores y actuales, socios y abonados, y a cada uno de los funcionarios en los organismos con los que he tratado. Por supuesto, a los medios de comunicación, que siempre se han preocupado por el seguimiento del evento. A todos los músicos, artistas y técnicos que han puesto su granito de arena en cada título, y a mi amigo Jorge Rubio, pieza fundamental del engranaje musical español, ya que sin su concurso no habría zarzuela en Tenerife y muchos otros sitios, pues ha sido eje central de esta manifestación artística. Mi más sincero agradecimiento.

Tantos años de lucha han dejado desilusión, desencanto, ningunas ganas de continuar. El problema no es de Tenerife ni Canarias ni España o Europa, es simplemente de todos, especialmente de esta clase política, y del relativismo con el que se mira y mide la cultura. La vieja Europa, la de las grandes manifestaciones de arte, hace dejación de sus deberes y soslaya todo apoyo económico a la música clásica. A este continente en decadencia con la moral por los suelos no se le pasa por la cabeza que la cultura también crea empleo, y los representantes políticos andan demasiado preocupados de sus algaradas internas, sin ver más allá de sus propios ojos, y lo que les interesa.

El ser humano se alimenta de nutrientes y vitaminas de los productos de agricultura, ganadería y pesca, pero el alma también necesita alimento, y solo se puede conseguir con sensibilidad, que se alcanza con cultura. Sin ambas cosas la sociedad será instruida, sin pensamiento y motivación, y morirá por culpa de la política y los políticos.