FRANCO llama a Fraga Iribarne en julio de 1962, ya en época de desarrollo, a lo que invitaban, entre otras causas, los pactos con Estados Unidos, el propio Concilio Vaticano II y el asentamiento de una clase media. A través de Carrero Blanco, el destino no era para la cartera de Educación, que es la que esperaba o ambicionado al estilo de Costa, sino para la de Información y Turismo. La Ley de Prensa estaba entre las misiones que se le encomendarían. (En 1963, nosotros pasaríamos a la Dirección Letrada de los Servicios Jurídicos Sindicales, lo que llevaba consigo ser procurador en Cortes, por cooptación. No hace falta anotar mi lealtad y mi admiración. Por lo que representaba la Ley de Prensa, y todo el desarrollo del turismo, y porque con sus gestos y acciones público-administrativas España entraba abiertamente en Europa.

En esta exposición de recuerdo de Fraga Iribarne debo relatar su desplazamiento a mi ciudad natal, Daroca (Zaragoza), con ocasión de la festividad del Corpus Christi, en 1968. Fue un gran día, excepcional en lo religioso. El anterior a la fiesta, su secretario González Seara me preavisó de que quería pasarlo en Daroca. Desde la procesión a las afueras de la ciudad, hasta el almuerzo con las autoridades. Para mí fue una gozada. Cuenta en sus "Memorias" que recordaba ese día como uno de los mejores de su vida pública. Le traería la memoria del Lugo eucarístico y de sus murallas. (Prometió un parador de turismo, que no se realizó por controversias locales). Este aspecto de su religiosidad apenas se ha destacado por sus biógrafos, ni en Octavio Cabezas, que luego pasó al socialismo, ni en la de Juriasti.

Tras siete años en el Ministerio, y a raíz de la controversia del caso Matesa, sobre el que pude informar jurídicamente a la superioridad, se le achaca por los tecnócratas el que Fraga hubiera dado paso a su información. En su despedida dijo: "La España de la paz debe institucionalizarse". Sería su "segunda travesía del desierto", dedicándose a un puesto de trabajo en Cervezas El Águila, al final del Paseo de las Delicias, en Madrid (más de una vez nos lo encontramos tomando un taxi). Dejó una prueba más de su serenidad y sentido de la responsabilidad. Nunca miró hacia atrás, a no ser para seguir adelante.

Así se le envía de embajador de España en Inglaterra, octubre 1973-1975. Su biógrafo, Octavio Cabezas, lo calificó de "primavera de Fraga". Le sirvió de reflexión. Es la etapa continuadora de Godsa, coloquios, discursos, reuniones. Recuerdo las comidas en casa de Manuel Giménez Quílez, en Madrid. Siendo nosotros presidente de la Federación Europea de Centros de Enseñanza y asesor de las Escuelas Internacionales de habla hispana, se celebraba en Londres un Congreso Mundial de Educación. Solicité que nos preparara, con educadores españoles, una entrevista en el Parlamento británico, con el grupo conservador de educación, que lideraba la señora Thatcher. Fraga nos ofrecería una cena en la embajada. Pude verle conocedor de la educación, con su sistema autogestionario y autocomprensivo, lo que tanto deslumbraría el socialismo español a través de Maravall. Me obsequió con una reciente obra, "El libro negro de la enseñanza británica". (Allí rastreó la presencia en Inglaterra de Ramiro de Maeztu. Con su esposa, Carmen, fueron dos largos de felicidad familiar). Su pensamiento regeneracionista y reformista estaba en plena forma.

Tras el relato de esa segunda travesía, interesa destacar que por mi parte le seguía y saludaba en los últimos años de su vida, especialmente por sus limitaciones. Por ejemplo, en las misas en la parroquia de Santa Rita, de Madrid. Ya en la silla de ruedas, le acompañaba su "ángel" e hija, Maribel, médico de profesión. Nos saludábamos. En los últimos meses, un sacerdote, teólogo y amigo personal, le visitaba. Seguimiento interior y espiritual. Y sacramentos. En la mañana del 13 de enero de 2012, a las diez y media, en que se abría la capilla ardiente, en su casa, entramos nosotros con alguno de sus familiares, mientras esperaban algunos políticos. Dimos el pésame. Fraga estaba con un semblante sereno, sonriente. Entre sus manos, un crucifijo que procedía de una religiosa del Carmelo de Santiago de Compostela. Unos días antes le hice llegar un manto de la Virgen del Pilar y una estampa de los Sagrados Corporales de Daroca. Me acusó recibo a través de su hija Maribel al día siguiente. Un testimonio más de su ternura y atención. La travesía hacia Dios estaba consumada. En la política -larga- no pudo ser presidente del Gobierno, tras la Transición, y siempre al servicio de España, de Galicia y de los demás. Max Scheler solía decir a sus discípulos que "los indicadores de los caminos no suelen recorrer los caminos". Fraga, hasta el final, con gran modestia, los recorrió. Como un gigante de la arquitectura política y pública, para una España mejor.

No le faltarán críticos, o de los que más "usaron" de él. Buscando contradicciones. Entre otras cosas porque ellos, al no tener vida interior, no han podido captar su fe y compromiso. En algún momento Fraga quiso verse por sí mismo, y escribe: "Soy un hombre con buena salud y notable vitalidad, abundante energía física y moral para un trabajo intenso, continuo y bastante organizado. Soy un hombre de pueblo y del pueblo. Me gustan las cosas y las personas populares, y toda suerte de contactos y de intercambios personales.

Soy una persona con preocupaciones intelectuales y morales, y bastante vida interior.

A partir de aquí, todo es más complejo, supongo que como en la mayoría de los casos. Soy humano, no sé si demasiado. Me fastidian la mentira, el doblez, la cobardía, el oportunismo. Me encanta la franqueza, la generosidad, la honradez. Creo que la vida solo se justifica en algún tipo de servicio. Como muy deprisa y algo más de la cuenta. Duermo bastante bien. Soy mejor amigo de mis amigos que enemigo peligroso de mis enemigos.

Me gustan el mar y la montaña, y también el desierto; persigo los horizontes amplios.

Me gustaría morir con alguna obra importante y duradera detrás, aunque no ignoro que a la postre todo es caduco, fugaz y pequeño. Por eso, tengo ansias de eternidad, y de un retorno general de los hombres y de las cosas". ("Galicia, buque insignia de la grandeza y unidad de España" fue el comentario que incorporamos a la cuarta edición de nuestra obra "La Milicia Universitaria. Alféreces para la paz", 2012).