POR FIN, al concluir la semana en la que los mercados lanzaron diferentes especulaciones, haciéndoles el juego a los Soros que quieren sacar más dinero de la crisis, se impuso la cordura el jueves pasado, cuando el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, declaraba que no diría cuánto necesitamos para reflotar la banca española hasta que no se pronuncien los evaluadores independientes contratados y el FMI. Hasta entonces, no estaría mal dejar de hacer el juego a los cuervos carroñeros que se alimentan de los más débiles. Alguien ha hecho su tarea invirtiendo en la Bolsa española, que estaba por los suelos, donde algunos habrán hecho sustanciosos negocios, pero confiemos en que a la vuelta de los números verdes se sostenga para que renazca la confianza sobre la marca España.

El Gobierno no debería descuidarse y hacer el juego a los que quieren apearle de su mayoría. Yo no me fío de Rubalcaba, Pepe Ignacio, que "si te descuidas te la clava". Esas insinuaciones de gobierno de concentración no son más que regates en corto para ver si recuperan el poder y vuelven a lo suyo. Cantos de sirena. Por eso tampoco me fiaría de lo que han denunciado este fin de semana las víctimas del terrorismo, en la manifestación celebrada ayer sábado en Madrid, en contra de la "vía Nanclares" para reinsertar a los presos de ETA. Mejor diría yo "vía Rubalcaba" para soltar uno a uno a los presos de ETA con delitos de sangre, aplicando de hecho una amnistía general en contra de la prohibición expresa por la Constitución. Y precisamente cuando la reciente detención de dos de los jefes etarras en Francia demuestra, como ha dicho Mayor Oreja, que ETA sigue su ruta siniestra para gobernar y declarar la independencia de Euskadi.

Mientras, ETA ya gobierna en muchos ayuntamientos vascos, la Diputación de Guipúzcoa y la alcaldía de San Sebastián, y se prepara para el asalto final a la presidencia del Gobierno vasco, utilizando los datos, informaciones y financiación que recibe del Estado sobre sus futuros súbditos de un País Vasco independiente.

Rajoy no debe ceder a una claudicación ante ETA cuando quedan más de trescientos asesinatos impunes, sin identificar a los culpables ni juzgarlos. Liberar uno a uno a los presos que sí están condenados, acercándolos primero a cárceles del País Vasco, que muy pronto controlará ese Gobierno que salga de las futuras elecciones regionales del otoño próximo, sería acelerar los procesos de independencia que, con más o menos apoyos, están planteados en Cataluña, parte de Navarra, Canarias y otras regiones que aspiran, como los vascos, a vivir del resto de España, sin que se le consulte a ese resto de los españoles qué piensan al respecto.

No se debe caer en la trampa -como la que le tienden desde Convergencia Democrática de Cataluña o Coalición Canaria- de abrir un proceso para reforzar un tratamiento fiscal como el del País Vasco. Eso sería la ruptura definitiva de la unidad nacional, tan quebrada por el abusivo y despilfarrador comportamiento de unos Gobiernos regionales que, en grave equivocación, recibieron las competencias básicas del gasto en sanidad y educación, sin hacerles corresponsables de recaudar los impuestos necesarios para pagarlas. Responsabilidad que quedó en manos del Estado, para desgaste de los gobiernos de turno. Una decisión que el expresidente Aznar tomó cuando ya había anunciado su retirada, en contra de los principios, recordarás, que él mismo había defendido, en el famoso informe de García de Enterría -del que nos hemos hecho eco aquí en varias ocasiones- y en el que propugnaba que había que cerrar cuanto antes el proceso autonómico y hacer a las autonomías corresponsables de recaudar lo que gastaban.

No se hizo así. Y de aquellos polvos vienen estos lodos. Y ahora hay que recortar los despilfarros autonómicos. No solo porque han sido los principales despilfarradores, haciendo crecer el número de funcionarios y de gastos inútiles, sino porque nos lo imponen desde fuera los que nos financian la supervivencia. Los mismos que nos impondrán que España salga de la crisis en que nos metió, no solo la burbuja inmobiliaria y los despilfarros de la casta política, sino también las actitudes de nuevos ricos que asumimos la mayoría de los españoles.

No solo hay que reducir funcionarios y gastos de las administraciones públicas, hay que cortar con esas manías de grandeza que les entró a los dirigentes autonómicos de considerarse miniestados y gastar a ese nivel en obras hoy improductivas, que se caen por no poderlas mantener: desde líneas de tranvía a aeropuertos -cuarenta y siete-, de ellos solo diez rentables, o universidades cuasi por provincia, polideportivos, grandes teatros o auditorios hasta en las villas menos pobladas... Hay libros ya dedicados a los gastos inútiles de la casta política que explican cómo hemos acumulado ese enorme déficit público que han contribuido a engordar créditos bancarios de riesgo a particulares que no supieron ser hormigas en lugar de cigarras, y gastaron o vivieron muy por encima de lo que ingresaban. Les importa un pepino el principio de solidaridad interterritorial, basado en un equilibrio económico adecuado y justo del territorio español.

¿Te acuerdas, Pepe Ignacio, de que en su día todos sufrimos el acoso de los bancos para pedir un préstamo y te daban del 110 al 120% del valor del piso? Algunos se compraban un 4x4, hacían un viaje, amueblaban el piso, y ahora esos mismos banqueros nos dicen que éramos unos inconscientes.

Por eso, causa estupefacción en muchos representantes de pueblos más ricos, por ejemplo de Estados Unidos y China, el nivel de nuestras infraestructuras y servicios públicos, que están muy por encima de la media de esos países y de la media europea. En tanto que no les llegamos a la altura de los calcetines en transparencia democrática y productividad, aunque sí les superamos en despilfarro, corrupción y anormal funcionamiento de un cleptócrata sistema político que huye de la transparencia.

Un sistema político y judicial que no funciona, que sigue sin aclarar quién urdió el 11M, o cómo se han dilapidado o expatriado las pingües fortunas acumuladas durante la burbuja inmobiliaria. ¿Tardará mucho en llegar, si no la atajamos a tiempo, la burbuja futbolística?

Pero la mentira, que es y ha sido el gran instrumento de control social que ha utilizado la casta política para ir cambiando los valores de la sociedad, tiene los días contados. Podrán usar a los medios de comunicación de masas, como esas televisiones que han estado contribuyendo al adormecimiento social. Pero en España, en toda Europa y en el mundo civilizado, empieza a registrarse un cambio que, en unos casos, se muestra como movimientos alternativos o de mera protesta callejera como el 15-M, pero que en las capas más informadas de la sociedad están llamando a la regeneración moral y social frente a los excesos del cambio introducidos por el comunismo primero y la socialdemocracia después en el último tercio del pasado siglo. Dos modelos fracasados que algunos pretenden resucitar.

Pero el camino, Pepe Ignacio, es el de Suecia: un liberalismo moderado, combinado con un Estado del bienestar corregido, en el que los individuos sean más responsables de sus vidas y no lo fíen todo a la dependencia del Estado, delegando sus derechos y deberes en la administración exclusiva por la casta política. Hay que independizarse del control social del Estado, Pepe Ignacio, y conseguir un mayor control del mismo por los ciudadanos. Esa es la Europa a la que creo, o quizás deseo, que nos encaminemos.