CALIFORNIA tiene casi 38 millones de habitantes y ocupa una superficie de 410.000 kilómetros cuadrados. Datos ambos que no están muy lejos de los españoles, pues nuestro país posee una extensión de 504.645 kilómetros cuadrados y su población es ligeramente superior a los 47 millones de personas. Diferencia que sí se torna sustancial en cuanto a la riqueza generada, pues el PIB per cápita de los californianos alcanza los 33.860 euros mientras que el de los españoles se queda en 24.972. No es, sin embargo, este último guarismo el que más nos aparta de California, incluso considerando que este estado es un enorme bastión económico e industrial dentro de los Estados Unidos, hasta el punto de que si fuese un país independiente ocuparía el séptimo puesto en la clasificación mundial. Lo que más diferencia a España de California es el tamaño de sus cámaras legislativas. California cuenta con un senado compuesto por cuarenta miembros -uno por cada uno de los distritos del estado- y una asamblea estatal de la que forman parte ochenta congresistas, diputados, representantes o como ustedes quieran llamarlos. El caso es que son solo ochenta por un lado y cuarenta por otro. En total, ciento veinte y se acabó. En España tenemos un Congreso de los Diputados con 350 miembros y un Senado con 266 señorías, aunque actualmente solo ocupan sus escaños 264. Un total de 616 parlamentarios a cambio únicamente de poseer -insisto en ello- una extensión territorial algo superior al dorado estado gringo y también algo más de población. Señoras y señores, y con perdón por anticipado si ofendo la sensibilidad auditiva de alguien, a esto no se le llama derroche; a esto se le llama tenerlos bien puestos.

Como todo es mejorable, a esos 616 políticos que velan por el bien de la patria -otra cosa no se ha visto, pero bueno- hay que añadir los diecisiete parlamentos autonómicos. Sobra repetir las cuentas anteriores para advertir que la Asamblea de Madrid, con 129 señorías -ellas y ellos- ya supera por sí misma al número de asambleístas y senadores de California. Ítem más, solo en el Parlamento de Canarias hay sesenta diputados y diputadas; veinte menos que en la reiteradamente citada Asamblea californiana, aunque este yerro quedaría plenamente corregido si le hacemos caso a una propuesta que de vez en cuando ha circulado por ahí sobre la conveniencia, naturalmente imperiosa, de aumentar el número de señorías regionales.

Vistas así las cosas, no parece descabellado sino todo lo contrario el propósito de Esperanza Aguirre de reducir de 129 a 65 (justo la mitad más uno) el número de diputados en la Asamblea de Madrid. ¿Cuándo hacemos lo mismo en Canarias? Recorte que incluiría, naturalmente, despedir a todo el personal que tienen contratado los partidos políticos en la propia Cámara legislativa y que responde, mayoritariamente, al perfil de algún amigo -o amigo del amigo, o pariente del conocido- al que hay que buscarle un hueco al sol para que se gane los garbanzos. Cosa -el asunto de los garbanzos- que me parece bien y hasta justo, pero siempre que lo pague el partido en cuestión y no nosotros; es decir, los pollabobas de siempre. En fin, por algo los norteamericanos están donde están y nosotros nos hundimos cada vez más en la miseria.

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