LOS COMENTARIOS enviados por los lectores a las noticias de las ediciones digitales de los periódicos suelen ser variopintos. La mayoría de las veces adolecen de lo expuesto hace unos días, en uno de sus artículos, por Pérez-Reverte: a alguien se le ocurre escribir en un foro que desde Einstein todo es relativo y acto seguido empiezan a publicarse en el mismo tablón cibernético opiniones al respecto. Cien, doscientos, tal vez 1.000 y hasta 2.000 mensajes con matizaciones en un sentido u otro contra los que nada cabe objetar pues las opiniones, faltaría más, son libres, si no fuese por el pequeño detalle de que más o menos la mitad de quienes exponen tan sesudos pareceres no tienen ni remota idea de quien fue Einstein y la otra mitad ignora por completo lo que es la relatividad. Tal es el valor del llamado Internet 2.0 al que tanta importancia le dan algunos.

No obstante, y acaso porque cualquier regla conlleva excepciones, a veces esos mensajes poseen un claro interés. No porque sean serios, nada más lejos de la realidad, sino porque dan pie a reflexiones interesantes sobre el tema que abordan. Tal es el caso del texto enviado por un lector de este periódico a la noticia, publicada ayer, de que a partir de ahora los militares deberán pagar la mitad de la comida que consuman en los acuertelamientos cuando no estén de servicio. Una forma indirecta de reducirles todavía más el sueldo, según reconoce y lamenta el propio Ministerio de Defensa, pero que tampoco tiene nada de extraño. Hace años trabajé para un empresario sevillano afincado en Madrid. Muchas veces tenía que viajar por motivo de mis ocupaciones. Cuando lo hacía, me pagaba la mitad de lo que, sensatamente, podía gastar en restaurantes. "Es que cuando estás en tu casa también comes", me objetó cuando le comenté si sería demasiado gravoso para él pagarme el cien por cien del condumio. Argumento que poco podía contradecir por mi parte, pues tenía toda la razón. Al menos a los milicos les seguirá abonando el Ministerio de Defensa el íntegro del rancho cuando, como ya señalé, estén de servicio.

A lo que voy: el autor del comentario a la noticia lamenta amargamente que cada vez resulten más escasas las cosas que antes nos regalaban. "Es increíble; todos los días leemos que tenemos que pagar algo o parte de algo que antes era gratuito", escribió literalmente antes de quejarse, en la misma misiva, de que el presidente del Gobierno regional no renuncie a dietas, vuelos en el helicóptero y otras prebendas relacionadas con su cargo. Plenamente de acuerdo en la segunda parte, pero la primera merece una matización. ¿Cuándo ha sido algo gratuito en cualquier país del mundo? Ni la sanidad pública, ni la enseñanza pública, ni ninguno de los servicios que nos presta tanto el Estado como las empresas privadas han sido regalados jamás. Si disfrutamos de ellos sin tener que echarnos la mano al bolsillo en el momento es porque los hemos pagado previamente o porque, lo más habitual, otros los han pagado por nosotros. Cuanto antes nos caigamos de esta ingenuidad, antes empezaremos a poseer la clarividencia suficiente para entender que los niños no vienen de París colgados del pico de una cigüeña y que los Reyes Magos son quienes son y no quienes, en nuestra más tierna infancia, pensábamos que eran.

rpeyt@yahoo.es