NO HABÍAN transcurrido veinticuatro horas desde su entrevista con Rajoy cuando ya estaba Paulino Rivero arremetiendo contra el Gobierno central. Que si al Estado le ha sobrado imposición y le ha faltado diálogo para aplicar la Ley de Estabilidad, que si necesitamos interlocutores en vez de tutores, que si no se consideran los hechos diferenciales, que si el esfuerzo del Gobierno español se limita a apoyar a los que han trampeado... Lo de siempre. ¿Tendrá alguna vez Coalición Canaria un discurso distinto a la confrontación permanente? A estas alturas, lo dudo. El nacionalismo canario en general y Paulino Rivero en particular desconocen otro estilo político que no sea el enfrentamiento con quien sea y por lo que sea. Son como esos individuos conflictivos tan empeñados en encontrar un pelo en la sopa, que cuando no lo hallan se ponen a rascarse la cabeza encima del plato hasta que les cae un pelo en la sopa. El caso es tener siempre un motivo por el que protestar.

Dicen de Paulino Rivero que es persona de rencores perpetuos. Una actitud que no parece adecuada ni en lo personal, ni como gobernante. No obstante, en lo personal allá cada uno con sus comportamientos. Ya sabrán quienes están alrededor del insidioso si les conviene aguantarlo. Como gobernante, en cambio, no se le puede consentir a Rivero ese encono innato. Ahí tenemos a Hollande, el nuevo presidente francés, entendiéndose desde las diferencias con políticos opuestos como Merkel o Rajoy. Discordancias sí, pero diálogo y ganas de entenderse también. Hablando unas veces se resuelven los problemas y otras no; depende de la propia dificultad de los problemas y de la voluntad que tengan las partes de ceder lo que les corresponde. Lo que jamás conduce a nada son las discrepancias eternas. Sobre todo si con ellas lo que se intenta es ocultar las carencias propias.

Un año después de las elecciones, el Gobierno de Paulino Rivero no ha hecho absolutamente nada por solucionar los problemas que tiene esta región. Nada se puede hacer, en cualquier caso, si la única actividad es la política de la conspiración para maquillar la realidad. Una veces con el petróleo, otras con las tasas de los aeropuertos -¿a cuenta de qué tanta batahola por la supresión de las bonificaciones, si ahora el Gobierno autonómico les aumentan a los hoteleros el IGIC un 40 por ciento?-, otras con las transferencias que no se hacen y otras con lo primero que pase por la calle. De lo que no se prescinde son de los coches oficiales, de los sueldos de los parlamentarios -¿por qué no se limitan a cobrar dietas, como hacían antes, hasta que pase la crisis?-, de la Policía Canaria, de la Televisión Autonómica -esencial para la propaganda y el maquillaje de la realidad al que me refería antes- y de viajes a Madrid para entrevistarse con el presidente del Gobierno sin ningún objetivo práctico en la cartera, porque lo único que perseguía con ese encuentro el vernáculo de El Sauzal era mostrarle a Soria que no es el único interlocutor con Canarias; qué gran preocupación, o qué gran triunfo político, en unas islas con 362.000 parados.

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