EL PROFESOR don Eduardo Doménech, a quien no tengo el gusto de conocer personalmente, porque vino al centro lagunero mucho después de haber pasado este periodista por las aulas de la facultad de Químicas, en tiempos del muy querido y recordado catedrático, y luego también rector, don Antonio González, sigue demostrando que es el rector que necesita este centro superior, en cuanto a valentía para afrontar las "furciadas" que le están haciendo al centro, en especial desde Las Palmas, y por los canariones de mala uva, que son enemigos acérrimos de todo lo nuestro.

El doctor Doménech, que ve las cosas con tranquilidad, desapasionadamente y que conoce el terreno, ha descubierto que, en el reciente conflicto sobre establecimiento de un solo distrito universitario en Canarias liderado por la Universidad de Las Palmas, quien no jugó limpio no fue el Ministerio de Educación -que también presentó el asunto follonísticamente-, sino la Consejería de lo mismo del Gobierno autónomo de Canarias, en manos del canarión empedernido José Miguel Pérez, quien ha actuado de juez y parte, porque, además, el señor Pérez es profesor del centro grancanario.

El doctor Doménech afirma que la Consejeria cambió las reglas del juego, ya que el proyecto de centralización de las preinscripciones ya se hubiera materializado si Pérez no hubiese decidido unilateralmente aplicar su modelo propio, e interpreta las acusaciones del pleito interprovincial como intento de "ocultar o desviar la atención del error cometido". De ahí, la rotunda oposición del rector de la Universidad de La Laguna, apoyado por varias administraciones públicas tinerfeñas, contra el modelo planteado por la Consejería, que pretendía que el proceso de preinscripciones estuviera centralizado en la Universidad de Las Palmas.

Cree el doctor Doménech que en la contundente reacción de la Universidad de La Laguna no influyó el aparente mal momento que atraviesan las relaciones entre el centro docente y la Administración educativa. Reconoce que, aunque se habían producido algunos desencuentros, tampoco hubo falta de fluidez en las relaciones.

La Consejería consideró que no poseía los medios técnicos ni económicos para gestionar las preinscripciones y cambió las reglas del juego por completo. Ante esa actitud, la Universidad de La Laguna se posicionó contra la fórmula porque no era válida. No ha habido, por tanto, fomento del pleito insular y no prosperará lo del distrito único.

Es la conclusión a que se ha llegado después de este periodo confuso por el que ha pasado la enseñanza superior en Canarias.