DOS JÓVENES de 18 ó 20 años; dos cervezas, una bolsa de papas fritas, un periódico deportivo... Jorge estudia Económicas, Alfredo se ha ido a Románicas. Pero encajan bien los dos. Lo que ocurre es que la cerveza suele llevar, a la mente de algunos jóvenes, ideas un tanto sorprendentes o, cuanto menos, poco acordes con la más cruda realidad.

-Si te soy sincero, a mí me gustaría inventar unas palabras y que la Real Academia las incluyera en su diccionario.

-No digas gansadas, hombre; los académicos tienen otras cosas en qué pensar.

-Ya lo ves: han aceptado o van a aceptar la palabra vale.

-La palabra vale forma parte del vocabulario de cada día desde tiempo inmemorial.

-Sí, claro; es la tercera persona del singular del presente de indicativo del verbo valer.

-Y también puedes decir "Entregué un vale en caja".

-Pero yo me refiero a otro vale. Te diré algunos ejemplos: "¿Te pagas un café?", "Vale". "¿Qué te parece si asaltamos un banco?", "Vale". "¿Quieres casarte conmigo?", "Vale".

-Pero ese vale no lo ha aceptado ni lo va a aceptar la Academia, como tú piensas.

Entonces Alfredo muestra un libro a su amigo:

-Busca la página 63. Verás lo que dice un académico de la altura de don Fernando Lázaro, a quien tú has citado alguna vez.

En la página 63 se lee que vale es una voz que "expresa asentimiento o conformidad". Y conste que ya desde 1976 se hizo un primer intento de incluir el vocablo en el diccionario. Esto es, al menos, lo que opina Alfredo, que, por cierto, está que se sube por las paredes a cuenta de tal palabreja.

-¡Y que estudie yo Románicas para esto!

-A mí no me parece mal que se acepte tal palabra porque te ahorra tiempo y saliva. En lugar de decir "Estoy totalmente de acuerdo con tu opinión", que son siete palabras, te basta con decir vale.

El diálogo se deslizó luego por otros derroteros. Yo me voy a casa y tomo el diccionario. Hay varias acepciones de vale, pero ninguna coincide con lo que se decía en el libro de Lázaro Carreter. Lo más próximo a tal opinión dice así: "Úsase alguna vez para despedirse en estilo cortesano o familiar". Pero parecen cosas distintas.

Yo creo que con el nacimiento de vale ocurrirá como con el vocablo cosa, el más importante comodín de nuestro idioma: "Hoy comeré cualquier cosa", "Me dijo una cosa que no me gustó", "Pepy es una buena chica, pero tiene sus cosas", "Quieto, Cuchi, esa cosa no se coge", "La lluvia llegará pronto: es cosa de minutos", "Ese muchacho es una cosa tremenda"... Este comodín tiene validez nacional. Pero en mi pueblo hay un comodín diferente: "aquel". No sólo es pronombre o determinante demostrativo, sino pronombre personal, adjetivo e, incluso, verbo. Cambiándole las terminaciones, claro.

Una amiga de la infancia que hoy vive en Santa Cruz, donde ejerce como profesora, me dijo un día: "Tuve un accidente con el coche y se me aquelló todito". Quería decir que se le había quedado hecho polvo. Pero el vocablo aquellar tenía para ella también el significado contrario:

-Al libro que me prestaste se le cayeron algunas hojas; pero las pegué y me ha quedado muy aquelladito. (Adjetivo con diminutivo).

La palma se la llevaba, sin embargo, uno de los tres panaderos que había en mi pueblo hace unos años. A este hombre, que imponía respeto sólo con su presencia, lo saludaba yo cada día al pasar por su casa:

-Adiós, buenos días.

A lo que él me contestaba invariablemente, fuera invierno o verano:

-Adiós, aquél.

Acentúo la palabra aquél porque, como sustituye a mi nombre, es un pronombre personal. ¿O no? Resumiendo: ¿Que la Academia acepta la palabra vale? ¡Pues vale!