1.- El otro día, en el Jardín Botánico, asistí a un ágape, homenaje a Isis, construido sobre barriles de cerveza y mesa de cristal por el increíble , con inspiración en la pintura de Alejandro Tosco. Lo anunció Gamonal en la puerta: "Aquí los dioses son ustedes, diviértanse con lo que van comer". El evento -que ya se puede decir evento- formaba parte de Gastrocanarias, el festival de cocina en la calle que organizó el Puerto de la Cruz, gracias a Lope Afonso, joven letrado portuense que ocupa la Concejalía de Comercio. Las cosas están cambiando en el Puerto, para bien. Ya verán cuando empiece Mueca, de la mano de Verónica Rodríguez, un descubrimiento. Verónica tiene ahora dos retos, como concejal de Cultura; uno, abrir la biblioteca, que ya lo tiene todo menos las estanterías: tiene los libros y un edificio fantástico, diseñado por Carlos Schwartz, nada más y nada menos; y el otro reto, Mueca, el festival en la calle que empieza el viernes y del que ya les hablaré.

2.- Voy a lo de Gamonal. Gracias a Manolo Fernández Galván, querido amigo, director del Jardín Botánico, que demuestra que quiere al Puerto, el Jardín se abrió por la noche. Qué paz, señoras y señores. No se movía una hoja. La cena fue servida en puestos individuales, distantes unos de otros. La gente comía sola, en silencio. Hasta los camareros tenían un esparadrapo en la boca. Era un homenaje a la armonía y al silencio. Yo jamás había visitado el jardín por la noche; los loros descansaban en las copas de los árboles y las tórtolas ni rechistaban. Un búho, una coruja, se dejaba oír por entre el ramaje, acechando a su pareja. La comida era un espectáculo y hasta, padre, se fabricó un paté que estaba para chuparse los dedos. Esta familia es un ejemplo para la gastronomía de estas islas. Y me alegro mucho de sus éxitos.

3.- Luego vino la escena del sofá. Los sesenta afortunados que consiguieron entrada, a 55 euros cada una, una ganga, bueno, los que quisieron, pudieron reunirse a tomar un gin-tonic en los sofás de Vinçon, de cartón desplegable. Estaban situados a la entrada del jardín. Los trasnochadores escucharon música leve y charlaron de todo sobre una alfombra roja, mientras un televisor daba a conocer la obra de Alejandro Tosco. Fue una noche gastronómica muy interesante: carnes, verduras, postres exquisitos -me imagino que de Lucas Gamonal- y salsas tan sencillas y agradables como los otros manjares. Jose, el dueño del "Vampi", ante tanta sofisticación, creyó que el gusano que le cayó en el vaso de agua formaba parte del festín; y lo engulló sin contemplaciones. Cuando le dijeron que procedía de un árbol se arrugó un poco, pero me parece que tan mal no sabía la babosa nadadora.

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