PARA TENER una visión más exacta y clara de cuál es, en estos momentos, la situación de estas islas, remito a los lectores a nuestro editorial titulado "Día triste para Canarias", que publica este periódico en su número del martes 1 de mayo, Día Internacional del Trabajo. El subtítulo de este artículo es "Estamos colonizados y en manos de un inepto político".

El político citado es el presidente del Gobierno autónomo y del partido Coalición Canaria, Paulino Rivero, culpable principal y casi único, con la ayuda de un ejecutivo formado por una tanda de personas que parecen seleccionadas entre las peores, más ignorantes y menos inteligentes, de nula formación y malos trabajadores. Para colmo, todavía quedan restos, en el Gobierno y en las corporaciones insulares y municipales, debido a los pactos contra natura con la gobernante Coalición Canaria, de miembros del Partido Socialista de Rodríguez Zapatero, uno de los más nefastos en toda la historia de España.

Miles de miembros de los sindicatos se echaron a la calle en las manifestaciones de protestas que salieron en todas las ciudades españolas. Esta vez, la protesta no fue por la reforma laboral, como la que precedió a la reciente huelga general. Y la televisión llevó a todo el país esas manifestaciones en que los dirigentes sindicales de CCOO y UGT amenazaron al Ejecutivo con repetir esas demostraciones si los recortes seguían siendo iguales o peores y la acción gubernamental no tendía a mejorar las condiciones que modifiquen, para mejor, una situación insostenible. Los sindicatos exteriorizaron su temor a que, en el mes que estamos, se cierren más centros de salud y se eliminen más servicios públicos. Temen, igualmente, que la reforma cierre más centros que los actuales e, incluso, deje a uno de cada cinco inmigrantes sin atención.

Por su parte, la Organización Internacional de Empleo rechaza la austeridad de las autoridades españolas como fórmula para crear empleo, y sigue cayendo la inversión en enseñanza y en sanidad.

Pero es más importante, por la influencia de quienes la promueven, la acusación de los empresarios de Canarias a Paulino Rivero, de quien dicen, en un escrito dirigido al presidente del Gobierno autónomo, que "lleva al Archipiélago a un precipicio por sostenerse en la presidencia del Ejecutivo". Ya no es un grupo de empresarios locales o insulares el que acusa y reclama a Rivero, sino la Confederación Canaria de Empresarios, la cual "lamenta que el Gobierno regional conserve una estructura sobredimensionada a costa de subir los impuestos", una postura que coincide con la propuesta de la presidenta insular del PP en Tenerife, Cristina Tavío, de eliminar el escalón autonómico de la Administración. Subir los impuestos indirectos frena el consumo y la inversión, según el empresariado.

La importancia y la eficacia que puede tener este tirón de orejas del empresariado a Rivero está en el papel que los empresarios tienen en la economía insular, de la que depende la casi totalidad de las corporaciones oficiales, tanto las municipales como las del Cabildo. Quiero decir que el empresariado tiene el poder del capital, y el dinero convence más que cualquier otra cosa. Esa es la esperanza que da esta inesperada reacción de los empresarios, que, realmente, sienten la crisis más de cerca.