HOY, día 1 de mayo, es el día del trabajador. ¡Felicidades! Se celebra en todas partes menos en Estados Unidos, que curiosamente es el origen de la jornada reivindicativa establecida a raíz del homenaje a los denominados Mártires de Chicago, ocho procesados, tres condenados a prisión y cinco a la horca. Eran sindicalistas anarquistas que fueron ejecutados en el país de las libertades por su participación en las jornadas de lucha para la consecución de la jornada laboral de ocho horas.

Pero qué lejos queda aquello. Una década y pico después de comenzar el siglo XXI, para muchos, y sobre todo para la gente joven, encontrar un trabajo digno -remunerado al menos con mil euritos, cierta seguridad, desarrollo y algún espacio, ya no te digo para lo de las ocho horas, sino para ver al novio o la novia- se ha convertido en un auténtico sueño.

El factor trabajo, desde la perspectiva de quien lo realiza por cuenta ajena, ha recibido de la globalización y especialización tecnológica un contundente palo en las costillas acrecentado por el efecto de las políticas internas neoliberales y reforzado por las de índole neoconservadora, unas y otras bajo los auspicios del FMI, la UE, el BCE, etc., y refrendadas siempre más exigentemente por lo que llaman mercados y poderes. En verdad, su participación en el Producto Interno Bruto de las naciones ha disminuido mientras se amplía e incrementa geométricamente la porción de las ganancias de capital. Con cierto cinismo se advierte de que este ha devenido escaso, y aquel, representado en la fuerza laboral, superabundante en el mundo.

Además, anteriormente se creía que la pobreza y el desempleo se ensañaban tan solo en quienes carecieran de la adecuada preparación profesional o técnica. El éxodo de cerebros en busca de trabajo y fortuna demuestra hasta dónde era una apreciación equivocada. Ya, hasta nos hemos acostumbrado al espectáculo deprimente de los numerosos profesionales sin posibilidad de explotar en la propia tierra el rico bagaje de sus conocimientos. Aceptamos la emigración con destino al centro de Europa, y para los que se quedan los mismos organismos oficiales observan que la caída del ingreso real afecta casi con mayor rigor a los más preparados, en lo que representa una paradoja inverosímil. Abogados de camareros.

Hay perplejidad. ¿Qué día del trabajo es este, con más de un 30% de parados y más de un 60% de jóvenes al pairo? Ya no se puede esperar a que te llamen después de empapelar de currículos la isla. Encima, las administraciones han cerrado las puertas a la contratación; "no hay cama pa''tanta gente".

El trabajo tiene un hipo que se muere. La semana en Canarias "se trabaja, no se trabaja, se trabaja, no se trabaja..." puede servir de referencia para definir que el hipo es una contracción espasmódica, involuntaria y repetitiva del diafragma y los músculos intercostales que provoca una inspiración súbita con impulsitos anómalos, y que cuando es persistente o grave incomoda enormemente a quien lo padece y provoca insomnio, pérdida de peso, dehiscencia de suturas e incluso arritmias. En estos casos, puede ser un signo de enfermedad severa, por lo que estos pacientes deben ser objeto de una valoración médica que evalúe las posibles enfermedades que están originando el problema. Hay hipos intratables. El médico griego Hipócrates, cinco siglos antes de Cristo, en sus aforismos mencionó el hipo y alertó de su posible gravedad: son nefastos si los síntomas de convulsión o el hipo tras una hemorragia son excesivos y los que sobrevienen tras una purgación son fatales. En las inflamaciones del hígado son muy mal síntoma. Galeno, otro gran médico de la Antigüedad, afirmó que el hipo estaba causado por emociones violentas del estómago, cerca del diafragma.

Y eso es lo que ocurre. Han querido afrontarlo suprimiendo completamente la respiración -austeridad, recortes, chupadera de demanda, cierre a cal y canto de la financiación- y ahora empiezan a darse cuenta de que la política de acostumbrar al burro a no comer puede generar graves consecuencias.

Aún así, no podemos perder el tino y atacarnos de los nervios. La reforma laboral ha significado rasurar con mayor precisión lo poquito que quedaba en cuanto a derechos, pero quizás eso sería lo de menos. El voluntarismo gubernamental para que la revolucionaria iniciativa se llene pronto de crecimiento y anule el pánico a contratar parece que no va a ser suficiente.

Prueben a aplicar aire.

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