LA HISTORIA demuestra de manera fehaciente que no se puede juzgarla hasta que haya transcurrido cierto tiempo. La falta de perspectiva, las consecuencias que ciertos acontecimientos producen en el acontecer de la vida, la reacción de la ciudadanía ante hechos inesperados, etc., aconsejan ser muy prudentes al emitir juicios precipitados. Como cuando uno va a beber un café que presenta borras en su superficie: es preferible dejar que se "sienten" en el fondo de la taza antes de tomarlo.

Hago esta reflexión pensando en los siete años y pico que el presidente Rodríguez Zapatero estuvo en el poder, intuyendo que no todo lo que hicieron sus ministros fue malo. Algo habrá bueno -aunque tengamos que buscarlo con lupa-, si bien creo yo que la "palma de oro" se la lleva la ministra Bibiana Aído. Su intervención en el Congreso de Diputados hablando de "miembras" pasará a la historia de la institución -como el "manda huevos" del señor Trillo-, si bien yo me detendría más en el profundo cambio que sus actuaciones han provocado en el idioma que todos -y todas- hablamos. Su Ministerio de Igualdad -¿se llamaba así?- ha provocado quebraderos de cabeza a innumerables lingüistas, profesores y escritores que tienen a gala respetar las normas que la RAE imparte para que todos -y todas- nos entendamos.

Porque, siguiendo las instrucciones del ministerio antes mencionado, si en los últimos renglones del párrafo anterior no hubiese incluido la palabra "todas", este comentario sería sexista. Por lo visto la palabra "todos" es machista, ya que en ella no se "visibiliza" a la mujer; solo al hombre. Tendría que haber escrito "que los españoles hablamos" y "para que los españoles nos entendamos", aunque ahora me acabo de dar cuenta de que estas frases son también sexistas: lo lógico sería decir "los habitantes de este país"..., no, tampoco -no podemos prescindir de "las habitantes"-; quedémonos con "el idioma que en España se habla" y "las normas que la RAE imparte para que nos entendamos"; contando, claro está, con la benevolencia de catalanes, valencianos, gallegos y mallorquines, que pronto intervendrían en la polémica diciendo que los suyos son también idiomas, como el castellano.

Todo lo anterior viene a cuento del impacto que ha producido en los medios de comunicación, preocupados por la pureza del idioma, el artículo publicado por el académico Ignacio Bosque en el periódico El País del pasado 9 de marzo. Titulado "Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer", es un artículo que recomiendo leer a todos los interesados en el tema de lo políticamente correcto. La influencia de la ministra Aído provocó que en España se publicaran en la última década nada menos que nueve guías para mostrar normas que evitarían el lenguaje sexista, que en definitiva pretende, poco más o menos, la abolición del masculino cuando se refiera a hombres y mujeres. Para que mis lectores se den cuenta del nivel de estupidez a que se ha llegado, les invito a elegir cualquier texto -en una novela o en un periódico- y comprobar en cuántas ocasiones se utiliza el masculino sin "visibilizar" el femenino. Les ofrezco un ejemplo:

"El señor Martínez se dirigió a los demás diputados para defender su alegato contra el proyecto de ley, pero antes de hablar fue abucheado por algunos espectadores. El presidente llamó entonces a los ujieres para que procedieran a la expulsión de los alborotadores".

Como ven, un texto tremendamente sexista, porque se debería decir "a los demás diputados y diputadas", "algunos espectadores y espectadoras" y "a la expulsión de los alborotadores y alborotadoras".

En fin, da pena que nos ocupemos de temas tan intrascendentes como este con los problemas que tiene el país. Veo correcto que se utilice el masculino y el femenino al designar las profesiones y oficios cuando no produzcan problemas de comprensión -médico-médica, abogado-abogada, conductor-conductora...-, pero llegar al extremo de tener que decir "mi padre y mi madre" en vez de "mis padres"; "quien lo vea" por "el que lo vea"; "el profesorado no asociado"'' por "los profesores no asociados"; "el profesional que lo examinó" por "el médico que lo examinó"; "Juan y María viven en compañía" por "Juan y María viven juntos"; "los afectados, hombres y mujeres, se reunieron a las tres" por "los afectados se reunieron a las tres"; "las personas tenemos sentimientos" por "todos tenemos sentimientos", o "la ciudadanía" por "todos los ciudadanos", me parece una solemne estupidez.

La RAE ha establecido de manera reiterada que el masculino es genérico: no se refiere solo al hombre, también a la mujer, y no deberíamos darle más vueltas al asunto. Decir "el conferenciante" y "la conferenciante" me parece correcto, pero establecer "los conferenciantes y las conferenciantes que intervinieron en el ciclo" me resulta pedante.

En fin, el tema tiene "su miga" y podría continuar escribiendo largo y tendido sobre él. Prefiero, sin embargo, recomendar de nuevo la lectura del artículo comentado, en la seguridad de que les entretendrá y, en algunos casos, les divertirá.