EN NUESTRA época de estudiantes, tal día como hoy, suponía un hito trascendental del curso: comienzo de la últimas vacaciones antes del verano, precedido de un pequeño detalle: la entrega de notas del segundo trimestre. Hoy ya no sé si existe este "rito cuaresmal" que, en cierto modo, anunciaba lo que podría ocurrir en junio. Por eso, unos aprovechaban para coger fuerzas para el último "round" y otros se pasaban estos días "con los codos pegados al duro banco", tratando de recuperar y... eran bastantes los que lo lograban. Unos asistían a los actos de piedad propios de estas fechas, y otros se escaqueaban o pasaban de largo. Siempre hubo de todo.

En realidad, hoy, Viernes de Dolor, la Iglesia comienza los prolegómenos de la Semana Santa, que se inicia el próximo Domingo de Ramos, en que se conmemora ese gran misterio de la sinrazón de las masas, que aclama y vitorea a Cristo como rey en su entrada a Jerusalén, montado en borrico, y al viernes siguiente pedirá con saña su muerte.

Aunque, en la actualidad, son las agencias de viajes las que programan la Semana Santa. Es considerable el número de personas, incluso cristianas, que se deciden estos días por hacer un crucero, ir a esquiar, o hacer turismo rural, por ejemplo. Otros, con menos medios, dedican estas fechas al bricolaje, o a pasar el tiempo frente a la pantalla de la televisión o del ordenador. No dudo, que resulten unos días de descanso y relax, pero un cristiano tal vez debería tratar de que fueran algo más "santos".

Como nos recuerda don Bernardo, obispo de nuestra diócesis, en su última carta: "Los cristianos no celebramos la Semana Santa como algo distante y del pasado, sino como un acontecimiento que tiene que ver con nuestra vida actual, pues creemos que Cristo, con su muerte, destruyó nuestro pecado y, al resucitar, nos dio nueva vida". Que no es otra cosa que hacer un parón en nuestra vida para rememorar y profundizar la pasión, muerte y resurrección del Señor: dar gracias a Cristo por lo que hizo por nosotros, compartir sus sufrimientos y alegrarnos con su resurrección .

Pienso que estos días los cristianos y no cristianos que lo deseen hemos de aprovechar para acercarnos más y más a Cristo, ya que el resto del año tenemos menos tiempo para ello, e intensificar más nuestra oración y participación en la liturgia: hacer una buena confesión; la meditación del Vía Crucis o el rezo del santo rosario, cada uno según su devoción. No podemos quedarnos en meros espectadores de procesiones y emocionarnos con la belleza de una talla acompañada de la estridente banda de cornetas y tambores, o de la solemne marcha de la banda de música municipal, que contribuye a remover la emotividad. Esa contemplación silenciosa del realismo y la belleza de las tallas policromadas de la Pasión, que recorren las calles nos deben mover a abandonarnos más en el Señor; y unirnos, con mayor devoción, a la solemnidad, el esplendor y la intensidad de la liturgia de estos días: el Jueves Santo, con la celebración de la Última Cena ; el Viernes Santo se centra en el Misterio de la Cruz; la Vigilia del Sábado Santo es la más excelsa y santísima noche del año, en la que se renueva la fe al encenderse el cirio pascual; y el domingo, el mayor día de júbilo y alegría, porque celebramos la Resurrección de Jesucristo.

Días en que el silencio ayuda al recogimiento, a la oración, a olvidarnos de nosotros mismos, de nuestro yo. Y que, de manera íntima y misteriosa, surja el encuentro o el reencuentro con el Señor, para que le abramos el corazón y escuchemos su voz; que sería esa otra revolución que el Santo Padre, nos ha propuesto el lunes pasado en Cuba, "con las armas de la paz, el perdón y la comprensión" para "construir una sociedad abierta y renovada".

Para que el Lunes de Pascua -y todos los lunes y días del año- llevemos a Cristo con esa actitud al centro de todas las realidades humanas, con nuestra manera de trabajar, de descansar y de relacionarnos con los demás, empezando por la familia o los más cercanos. Estar dispuestos a abrir el corazón a tantas personas que necesitan nuestra compañía, nuestro consuelo, nuestro tiempo o nuestro dinero ¡Cuántos "pobres cristos" necesitados, en esta coyuntura económica e histórica, pasan a diario por nuestro lado!

y profesor emérito del CEOFT

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