EL MIEDO y el hastío forman el epicentro emocional de las elecciones de Andalucía y Asturias. España se tumba hoy en el diván del psicoanalista por delegación en los electores de estas dos comunidades. Las campañas no han sido apasionantes y han estado marcadas por el miedo, la desconfianza y el hastío.

Treinta años de gobierno ininterrumpido en medio de escándalos económicos de difícil explicación son un elemento desmotivador de un Partido Socialista que no termina de encontrar su sito en esta crisis. Mismas caras, mismas promesas y falta de un proyecto socialdemócrata. ¿Por qué no mira Rubalcaba con cariño la campaña de François Hollande en Francia, inmerso en una dimensión europea para la reconstrucción de la socialdemocracia desde su raíces? Tal vez la última etapa de Gobierno de Zapatero marque demasiado todavía, indulto al banquero Alfredo Sáenz incluido.

Mariano Rajoy quiere poner su guinda en un pastel que tiene aparentemente controlado. Busca hegemonía territorial -con las solas excepciones de Cataluña, Euskadi y Canarias- y además un respaldo a sus políticas ocultas de mayores recortes con el argumento de una renovación de su legitimidad de Gobierno.

La izquierda está desarbolada y aparentemente solo tiene posibilidades en Asturias de arañar poder institucional con unas matemáticas electorales complicadas.

Faltan pocas horas para que cierren los colegios en una noche que no creo que sea muy larga. Salvo en Asturias, que parece imposible que nadie consiga la mayoría absoluta.

El importante es el día siguiente. Y la semana que viene, cuando la huelga general y los Presupuestos del Estado permitirán un dictamen de psicoanalista político de esta España que navega entre el miedo, el cansancio y la falta de esperanza. Y, encima, Europa nos ha puesto detectives económicos, porque no se fía ni de Rajoy. ¿Para qué sirven todos estos sacrificios sin saber a dónde vamos?