CASUALMENTE, o providencialmente, según se mire, justo en estas fechas tan cercanas al Día del Padre llegó a mis oídos esta anécdota preciosa a través de un sacerdote de parroquia. Nos contaba que en uno de los pueblos en los que estuvo había un feligrés de fe de entierros y poco más. Que, sin demasiada piedad, sí que era cierto que la muerte le infundía ese respeto, no para acudir a misa de difuntos, pero sí para acompañar a los seres queridos hasta su sepultura, que con la falta de respeto por los grandes valores este homenaje al definitivo adiós de esta vida no es poco.

El sacerdote, movido "por casualidad" o por el Espíritu Santo, según se mire, un día se acercó en tiempo de Navidad a este buen hombre y le animó a visitar la iglesia (entrar esta vez) y, al menos, "darle un beso al Niño Jesús". Con esto el párroco vio cumplidos sus barruntos en el alma y siguió su camino. Esta pequeña semilla germinó en el alma, sorprendentemente predispuesta del hombre, ya mayor.

Llegó el Día de Navidad y allí estaba el anciano para dar un beso al Niño Jesús. Todas las navidades acudió... para dar un beso al Niño Jesús. Pasó la Navidad, y el hombre siguió cumpliendo con su cita con Jesús, movida la fe por el Niño. Quizá me haya salido demasiado piadoso este artículo y probablemente sea por la figura de san José, tan callada y tan repleta de ejemplos. Al fin y al cabo, los padres hemos de predicar precisamente con el ejemplo más que con los discursos.

Hoy en día, tal vez promovido por un cierto grupo del feminismo decimonónico, en el que la mujer reivindicaba sus derechos desde el punto de vista del hombre y no desde el punto de vista de la mujer -y que hoy colea-, quiere dejar al hombre ninguneado, porque piensa que ellas pueden hacer de todo, hasta tener hijos prescindiendo del varón. Es verdad, desde el punto de vista biológico, pero, desde el punto de vista emocional, afectivo y cognitivo, ¿habrá cosa más bonita que ver a un padre coger en brazos a su hijo/a pequeño/a, abrazarlo, cambiarle el pañal, darle el biberón, salir de paseo, etcétera? Ese niño/a jamás tendrá problemas de autoestima, autoafirmación o identidad. No nos engañemos, el padre es esencial en la vida de una criatura.

A estas mujeres me gustaría aportarles unas palabras, y es que, sin personalizar, sí es verdad que a los hombres, a muchos, nos gusta ser parte de vuestras vidas. Trabajar por y para ustedes, dejarnos sorprender por vuestro espíritu independiente y de lucha, exasperarnos por vuestras contradicciones, enamorarnos de vuestras bellas arrugas (de esto ya hemos hablado)... Incluso cuando, desgraciadamente, el amor se nos escapa o no sabemos conservarlo, no se nos va ese compromiso natural, que desde luego también sentimos y hemos de cumplir los padres para con nuestros hijos.

Quizá seamos más desastres a la hora de saber todas las citas con el médico y el tutor del colegio, no sepamos conjuntarles y menos peinarles. Pero estamos dispuestos a mejorar nuestras vidas para marcar en nuestros hijos un modelo que les sirva como faro de guía. Lucharemos por hacerlo incluso sin las mujeres, pero la verdad es que la familia sin ustedes es tan triste "como una boda por lo civil", que diría Sabina. Sobre todo porque en mi época las bodas civiles carecían de romanticismo y, francamente, me alegro de que esto haya mejorado, puesto que una unión entre hombre y mujer, aunque no sea religiosa, si es un vínculo profundo y natural, merece una celebración digna. En fin, para estas cosas, en casa del herrero cuchara de palo; soy hombre de pocas palabras.

Pero bueno, siguiendo con la historia inicial, el buen hombre murió a los pocos años, y lo hizo en paz con Dios, porque desde aquel beso al Niño Jesús vivió ligado a la figura modélica de san José. Su padre y su madre inculcaron en la niñez de este anciano valores importantes. Una mano amiga, la figura del Niño y el Padre por excelencia hicieron el resto.

Cuando los cimientos están asentados, la casa no caerá, así tenemos que armar las vidas de nuestros hijos: dejarles volar en libertad y confiar en la paternidad por excelencia para que nos los cuide siempre. Visto así, qué casualidad, me doy cuenta de que ser padre no es ningún cuento.

fmgszy@terra.es