NO SÉ si usted habrá observado lo mismo que yo: que en los últimos tiempos África se ha puesto de moda. Lo que se lleva ahora en nuestras islas es "mirar a África". Cada vez se escucha con más frecuencia que con Europa nos vendieron la moto y que la verdadera solución para la economía canaria se encuentra en el mercado africano. El nuevo mantra para quienes sostienen esta teoría es que Europa representa el pasado y África, el futuro.

Se trata de una idea interesante, pero que habría que concretar si se pretende profundizar en un debate serio sobre el porvenir de esta sociedad y nuestro papel en el mundo. Si lo que se propone es un nuevo modelo económico para Canarias, no estaría mal saber qué significa exactamente eso de que África es el futuro y si estamos hablando de cincuenta, de doscientos o de mil años. Desde que, a principios del siglo XX, se pronosticara que Argentina estaba llamada a convertirse en la primera potencia económica mundial, por delante incluso de los Estados Unidos, el oficio de visionario anda muy desprestigiado.

No comparto la opinión de que el mercado africano, en lugar del europeo, supone la gran oportunidad para la economía canaria. Nuestra principal industria, mientras no se demuestre lo contrario, es el turismo. Y los alemanes tienen más dinero y menos sol que los senegaleses, con todos los respetos para los senegaleses. No tengo nada en contra de que las empresas canarias hagan negocios en África -cada uno invierte su dinero como quiere-, pero no me trago que ese sea el camino para el progreso de nuestras islas.

Como el progreso es un concepto relativo (depende de con quién se compare uno), los mediocres intentan compararse con los que están peor. Y el problema es que Canarias siempre sale malparada en cualquier estadística nacional o europea; somos los últimos en casi todo (empleo, sanidad, educación...). No voy a señalar a los responsables de esta lamentable situación de gradual deterioro de nuestra calidad de vida, pero me temo que la moda de África responde a una manifiesta incapacidad para conducir a Canarias por la senda del progreso.

Esperemos que sea una moda pasajera, porque lo contrario significaría el triunfo de la resignación y el conformismo sobre la voluntad de superación. Se nos escapa el tren de alta velocidad y declaramos, tan ufanos, que lo hemos dejado pasar adrede para coger el cercanías de vía estrecha. Desde cualquier punto de vista (económico, social o cultural), me parece un error colosal -por no decir un solemne disparate- pensar siquiera en la posibilidad de que Canarias pudiera dar la espalda a Europa por la quimera africana. ¡Un poco de sensatez!