EMPEZARON y terminaron los Carnavales 2012 con más pena que gloria, y digo que pusieron su punto final, porque no sé si este año habrá Piñata Chica en Tacoronte cuando esta fiesta se celebraba una semana después del Domingo de Piñata, para atenuar las ansias carnavaleras que quedaban en la gente después del Carnaval propiamente dicho.

Empezaron estas fiestas de invierno trasnochadas con el espectáculo impresionante, y con patente de grandioso, organizado y celebrado por los canariones sin colaboración alguna del resto del Archipiélago, cuando lo lógico y lo razonable hubiera sido que, como a la celebración se le imprimió, presuntamente, carácter regional, hubiera participado en ella lo mejor y más representativo de cada comarca de Canarias, que, incluso en materia carnavalera, es muy variada e interesante, pero los canariones, para deslumbrar y jeringar más a Tenerife, se inventaron el "Carnaval del Comic" o colorín, como se dice generalmente a ese ejercicio de pintar machangos que representan a personas con más o menos gracia. Luego resultó que el tal carnaval consistió en media docena, o poco más, de disfrazados con atuendos de figuras de colorín, desde el recordado "Pipo y Pipa", que publicaba la revista "Estampa" antes de la Guerra Civil, hasta la serie de personajes populares de los demás colorines, como el "Capitán Trueno" y demás elementos, unos cómicos y otros héroes y gente valentona, como también gente perversa para poder completar el cuento, que, en mi infancia y después, eran leídos por la gente menuda, cuyos padres los alentaban porque así practicaban la lectura que aprendían en las escuelas.

Eso fue lo que los ilustres y "ruinitos", que dicen en el campo, habitantes de la tercera isla se sacaron de la manga para jeringar a los "chichas". Les costó cara la broma porque adornaban a cada candidata a "reina" con aparatosas y voluminosas fantasías de plumaje y pelucas estrafalarias, especie de arcos festeros adornados en torno al cuerpo y artilugios diversos que completaban como una carroza personal por candidata que cada una se ajustaba como podía al cuerpo para poder arrastrar tremendo matalotaje.

En Santa Cruz, con diferencias palpables en el lujo y la vestimenta, la Cabalgata anunciadora de un Carnaval empezado ya una semana antes tuvo que compartir espacio televisivo con el espectáculo de los "drag queen" canariones, que, para ellos, es "lo mejor do mundo", como dicen los portugueses, pero para nosotros es un número feminoide, aparatoso, eso sí, pero solo eso. Luego llegó el Coso chicharrero, tras unos concursos de grupos a los que se les dio poca importancia y realmente fueron una tabarra con todas las de la ley, tanto las murgas como los demás conjuntos, que fueron más de lo mismo dentro de la mediocridad.

Por la tele no vimos nada del Entierro de la Sardina, aunque se anunció en la prensa, pero mejor así, porque hay gente a la que no le gusta la parodia de las viudas que fingen llorar y hacen muecas, y de falta de seriedad en supuestas cuestiones religiosas. Este periodista, si pudiera, borraba del programa de carnavales la tal sardina, que, además, no tiene cuento, porque la gente llorará por una persona pero no por una sardina.

Y así termina la historia de este Carnaval, que fue peor que algunos de los que se celebraron clandestinamente durante el régimen franquista. Se echó de menos un número tan celebrado, por bueno, como el de Los Fregolinos, además de la tradicional visita y participación de los Liqui Liquis de Venezuela.