TALENTO a raudales. Porque ya no hay quien dude de que este Carnaval de Santa Cruz de Tenerife ha apostado por cambios interesantes. Ha devuelto la esperanza y las ganas de innovar a los amantes de la fiesta y les ha obligado a estrujarse la sesera para hacer maravillas con el canto de un duro. Las pequeñas reinas abrieron las galas como las más grandes; los Bambones nos han hecho volver a reír cargados de ironías; las murgas femeninas han demostrado tener ya un nivelazo, y ¿qué decir de las rondallas en ese majestuoso marco del Auditorio? El Orfeón La Paz ¡sin discusión! Al fin ha saltado a la palestra como consagración de toda una carrera el buen hacer de profesionales como Juan Carlos Armas; los murgueros se han cubierto de gloria con la final en el estadio. Difícilmente se podría imaginar un compendio de aciertos tan armónico. Felicidades, por cierto, a las comparsas; Cariocas y Joroperos han vuelto a destacar.

Quién diría que podríamos seguir creciendo. Atrás han quedado sabores "amargos". De hecho, de aquellas fiestas nos queda en Tenerife la reina de aquella edición, que sigue repartiendo simpatía muy pegadita al Carnaval, nuestra Elizabeth García. De la Esteban y el supuesto director ya no sabemos ni queremos conservar nada. Y otro García, veterano en las lides de la purpurina, Sergio, nos rescató. Nos reubicó en nuestras raíces y ahora nos reinventamos en las también profesionales manos de Armas. Por agradecer, hasta el tema de nuestro Carnaval: los prodigiosos años 60; la era del "flower power" exige bien poco a nuestros bolsillos. Parecen haber pensado en todo. Porque también tenemos humor con Rudy y Ruymán, temas carnavaleros a más no poder. Información especializada; seguimos con la acertada propuesta del Carnaval de Día... Hombre, por pedir, una varita mágica para que nuestro Santa Cruz se conservara algo más limpia y con mejores aromas en estos largos días para olfatos sensibles, y que los que beben de más dejen de acosar a las pobres gentes sin gracia ninguna (quizá para otro año, igual que la idea del Carnavalito de Ignacio González, tengamos que impartir clases de "te conozco, mascarita"). Pero, bueno, son daños colaterales.

Y a pesar de todo, este año no es fácil tomárselo a risa, con una reforma laboral tajante, una crisis a la que ya le salen canas y una familia, la más numerosa en Canarias, la del paro, que crece a diario. Desde luego, por algo las murgas han estado graciosas a rabiar, pero muy afectivas y críticas. Por cierto, que es un gusto corear varios pasacalles que por sonados y pegadizos, en muchas ocasiones, nos deleitan no solo en las Carnestolendas.

Honestamente, sin andar cabizbajo, este año no tengo muchas ganas de salir a las calles. Confío aún en que todo el esfuerzo de los carnavaleros me conmueva hasta animarme y agradecerles su trabajo, porque la preparación de nuestro Carnaval es todo un oficio. Por mis nietos, que vienen siempre que pueden a ver la cabalgata anunciadora, esas nuevas generaciones con las que tenemos el compromiso moral de enseñarles a ser felices. Porque a eso, sobre todo a eso, ¡también se aprende!

Y, la verdad, agradezco que no se presenten las fiestas en tropel, que se hagan querer con discretos pistoletazos a golpe de galas y concursos, donde cada agrupación tiene su espacio para el protagonismo. Me van avisando de que en nuestra cultura la fiesta es una tradición que se repite haga sol o lluvia, con más o menos dinero, buena o mala salud... Dicen que los latinos no sabemos trabajar, y es mentira. Lo que no sabemos es aburrirnos y somos maestros en la diversión, que no se improvisa. Para esta belleza de trajes y ritmos hay quienes pasan meses trabajando con el sueño de exponer su obra y esfuerzo. Para sonreír hace falta valientes como nuestra heroica reina del Carnaval de la tercera edad, la chispa "distraída" de nuestros murgueritos y mucha Caña Dulce y Sabor Isleño. Sabiendo que todo "acaba" en las Cenizas del Carnaval, esa sardina que pone el broche de fuego a nuestra trabajada diversión. Así que gracias, Carnaval 2012, por ser el hombro en el que enjugar mis lágrimas y llenarlas de purpurina; por hacer de mi congoja un disfraz para olvidar que las penas son los posos del café, y que por tanto deben de seguir en el fondo de mi taza, que no he de beber.

y profesor emérito del CEOFT

fmgszy@terra.es